Esta película se pudo ver en la Sección Oficial del Sevilla Festival de Cine Europeo 2012 (SEFF’12).
La literatura y el cine escandinavo siguen en auge. Desde Henning Mankell a Asa Larson, pasando por el popular Stieg Larson (que no se comió una rosca en vida de su multimillonaria trilogía Millennium), la novela policíaca conoce una pujanza como nunca se le había conocido, al menos aquende el Oeste de Europa. También el cine, empujado por esa fortaleza literaria, está dando obras interesantes.
Es el caso de esta Call Girl, que se reputa la versión al cine de un escándalo que sacudió la sociedad sueca a mediados de los años setenta, cuando se descubrió que una madame (espléndida Pernilla August, por cierto) surtía de chicas, algunas de ellas menores de edad, a altos cargos del gobierno socialdemócrata de la época, que, por cierto, perdió el poder precisamente en aquel tiempo, aunque no por este escándalo, que no llegó a salpicarle abiertamente.
Obra ambiciosa, rodada con buen número de medios y una ambientación muy lograda tanto en peluquería (esos pelos largos pésimamente peinados, esos bigotes espantosos) como en vestuario (esos imposibles pantalones ajustados, esos perniles acampanados, esas camisas entalladas…), Call Girl supone una interesante aproximación hacia uno de los momentos más execrables de la política sueca de las últimas décadas, un escándalo de corrupción que, si hay que creer a los autores de la película, habían convertido el gobierno de la época en una suerte de corte de Calígula, con sus orgías, sus borracheras, sus bacanales, sin faltar tampoco el tono mafioso del entorno de la madame y de los propios gobernantes, que no estaban dispuestos a dejar salir a flote toda su basura.
El director, Mikael Marcimain, curtido en un buen número de productos televisivos (entre ellos, por cierto, algunos de los capítulos de la serie Wallander, inspirados en las novelas del mentado Mankell), demuestra su buen oficio y dirige con nervio y buen ritmo narrativo este filme que quizá tiene su talón de Aquiles en un excesivo metraje y en la dilatada dispersión de las dos líneas argumentales, la de las conflictivas adolescentes que fueron prostituidas y la de la investigación de la Policía, que finalmente confluyen.
Película valiente en su denuncia (el SAP o Partido Socialdemócrata Sueco es toda una institución en su país e incluso en Europa, y bajo su férula el país alcanzó las máximas cotas de bienestar que se hayan disfrutado nunca en el mundo), Call Girl deja la impresión en el espectador de que no hay estamento, partido, comunidad, sociedad, por muy honesta y leal que parezca, que no esté en peligro de ser tentada (y lo que es peor, de caer en esa tentación) por la corrupción, la lujuria, la criminalidad.
Finalmente pesimista, habrá que concluir que si, en la cima del mundo, donde atan, casi literalmente, los perros con longaniza, han sido así de corruptos, ¿qué no tendremos en nuestros territorios, donde la democracia es apenas treintañera?
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