La nueva película de Almodóvar ha confirmado su recuperación tras el bache creativo de Kika, ratificando que el manchego ha encontrado una veta muy atractiva en el melodrama, como ya hiciera en su anterior La flor de mi secreto, visto desde su peculiar perspectiva, trufada de humor negro, henchida de sensualidad, con una escenografía engañosamente naturalista que recrea la realidad a la manera del propio cineasta.
En este cruce de destinos en el que se convierte Carne trémula, una intriga policial que es realmente un drama de amores, con carambolas y sentimientos encontrados, interesan sobre todo algunos momentos espléndidos, como la secuencia de los policías enfrentados al joven marginal mientras éste finge mantener de rehén a la italiana, así como el hecho de que, cosa rara en Almodóvar, la trama no sufre altibajos sino que mantiene un buen nivel durante todo el metraje. También esta vez ha evitado el manchego abusar de las varias situaciones dispares que eran su talón de Aquiles, dispersando la atención del espectador, para centrarse en cinco personajes íntimamente relacionados unos con otros, y alrededor de los cuales gira toda la historia, hasta el punto de que podría haberse prescindido de todos los demás actores.
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