Tras el fiasco de Tacones lejanos, el nuevo Almodóvar, Kika, supone otro salto atrás en su carrera. Parece que el éxito en su momento de Mujeres al borde de un ataque de nervios y, en menor medida, de Átame!, le ha hecho perder los papeles. Nuestro director más internacional se está comportando como una diva que cree que todo lo que hace es bueno, simplemente porque se le ha ocurrido a él.
Esa falta de autocrítica se observa en el guión de la película, deslavazado, inconexo, con multitud de situaciones. No hay progresión dramática y el autor fía demasiado en los estrambóticos personajes creados y en la general valía de sus actores y actrices. Pero el filme carece de un objeto, de una idea central que lo anime; hay demasiados elementos: la crítica a los "reality shows", el donjuanismo, la catalepsia, la candidez, la infidelidad a varias bandas, el asesinato, la violación y el voyeurismo, por sólo citar algunos de los más evidentes.
Otra cuestión que no debe pasarse por alto, y que parece mentira que nadie haya dicho ni media palabra, es la utilización de una violación reiterada como un elemento de comedia. ¿Dónde están los colectivos feministas que no han puesto el grito en el cielo? ¿Cómo se puede filmar un acto de tal barbarie con el recochineo y la guasa que le pone el manchego? Además, de creer a Almodóvar, lo importante no es el hecho de la violación en sí (asumido por el personaje de Verónica Forqué con demasiada simpleza), sino el que se retransmita "urbi et orbi" en el programa del personaje de Victoria Abril. Lamentable.
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