Tras hacer Canciones para después de una guerra, filme de montaje que no pasa la censura (que le reprocha la última canción, “Se va el caimán”, que el censor sospecha –con razón…-- que se refiere a Franco, ya anciano y con numerosos achaques), Basilio Martín Patino decide seguir haciendo cine en la clandestinidad. De esa forma surge Queridísimos verdugos, rodada en los primeros años setenta (aunque no se pudo estrenar hasta 1977, tras la muerte del dictador) bajo la fachada de una película sobre viejos oficios en extinción, aunque realmente se trataba de un documental sobre los verdugos que ejercieron su execrable oficio durante el régimen franquista; en esas mismas condiciones de clandestinidad, Patino rueda hacia 1974 Caudillo, filme de montaje sobre Francisco Franco, su juventud, formación y papel decisivo en la Guerra Civil. La película tampoco se pudo estrenar hasta 1977.
Patino y su reducido equipo, con José Luis García Sánchez en el guion y Alfredo Mayo en la fotografía, entre otros, se planteó Caudillo como la película que haría si no existiera la Censura, como de hecho fue, aunque de esta forma tuvo que guardar su obra hasta que la democracia recién inaugurada permitió proyectarla en público. Pero ciertamente su visión es la de un hombre libre, sin los corsés ni autocensuras que la dictadura franquista inevitablemente provocaba.
De esta forma, Caudillo se convierte en un documental político antes que histórico. No falta la Historia, por supuesto; de hecho, el filme traza el retrato de este militar gallego de baja estatura que, sin embargo, se convirtió en el gobernante de España, con poderes cuasi omnipotentes, durante casi medio siglo XX. Pero a Patino y su equipo lo que le interesa es presentar, por primera vez en una época en la que cualquier crítica al régimen era reprimida, una visión distinta, una visión por supuesto más cercana a la realidad que, sin silenciar a los voceros del régimen (cuyo absurdo engolamiento y entreguismo absoluto al dictador ya les desacredita por sí solos), nos presenta la España real de aquellos años treinta que cambiaron el país, primero con la República que despertó tantas esperanzas, después con la Guerra Civil que prefiguraba, a nuestra escala, la horrísona Segunda Guerra Mundial que se inició al poco de terminar la nuestra.
Decimos que es un documental político antes que histórico, porque Patino y los suyos no ocultan su posicionamiento anarquista: el experimento de la colectivización que algunos pueblos realizaron durante la contienda civil, sobre todo en Cataluña, está presentado de modo muy elogioso, como un modelo a seguir; sin embargo, no se ahorran críticas a otras posturas de izquierda, desde la comunista de Líster a los republicanos y socialistas. Pero, con independencia de esa personal y abierta apuesta por el ideario libertario (que el propio Patino tenía como suyo), el documental es modélico, tanto por la forma: un fluido montaje de imágenes de archivo, muchas de ellas inéditas en la España de Franco, además de fotografías históricas, recortes de prensa y audios de la época o locutados “ad hoc”, con una banda sonora con músicas relativas a los hechos que se nos cuentan, o himnos como el de Riego, el Oriamendi o el Cara al Sol, o coplas como Suspiros de España o Soldadito español; como por el fondo: la historia convulsa del país a través de la propia biografía de Franco, desde su nacimiento en la localidad gallega de El Ferrol (ahora O Ferrol) hasta que, acabada la guerra, se asienta en el poder del que no se irá hasta que le llegue la muerte por causas naturales.
Emocionante muchas veces (como en los sentidos versos de Neruda dedicados al Madrid de 1936 y a las Brigadas Internacionales), cinematográficamente impecable siempre, hace revista de los hechos más destacados de la Guerra Civil, desde el llamado Alzamiento Nacional invocado por Franco hasta la caída de la capital en 1939, pasando por batallas como las de Brunete, Belchite o del Ebro, masacres como el bombardeo de Guernica, asesinatos como el de Lorca, fusilamientos como el de José Antonio Primo de Rivera… Quizá solo cabría reprochar al filme que los dos últimos años de la conflagración, 1938 y 39, se resuelvan en apenas unos minutos; no obstante, debe tenerse en cuenta la precariedad del envite, montando una película ilegal y contando con muy escasos medios económicos. De todas formas, queda dicho que no es un documental histórico sino político, y en ese sentido Patino dio más énfasis a la génesis de la figura de Franco y del franquismo, que a la postre mandó en España sin oposición alguna durante décadas, que a los diversos avatares bélicos, que corresponderían a otra película, que no es ésta.
Obra imprescindible para entender a Franco y su estúpido régimen de terror (como lo llamó Unamuno en su abrumador testamento intelectual, que auguró poco antes de morir, con atroz anticipación, lo que sería el país bajo la ominosa bota del franquismo), Caudillo es también en sí mismo un documento histórico: esto es lo que se puede hacer, tan bueno y con tan pocos elementos, cuando hay que trabajar en la clandestinidad pero ello te confiere toda la libertad de creación que te quieras otorgar.
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