El cineasta alemán Tom Tykwer salta a la fama en 1998 con este llamativo thriller, Corre, Lola, corre, que juega con la premisa de que pudiéramos reescribir la vida cuando los acontecimientos se desarrollan trágicamente en nuestra contra. Obviamente no hablamos de realismo, sino de cine. El que quiera realismo, que se dedique a admirar las pinturas de Antonio López, y ni aún así...
Lo cierto es que Tykwer, que hasta entonces habia hecho sólo un par de largos y algunos cortos que no le otorgaron mayor fama, consigue llamar la atención poderosamente con este thriller que estéticamente resulta muy llamativo, conjugando recursos estilísticos tales como varios minutos de dibujos animados, abundante foto fija, una paleta cromática de colores vivos, incluso chillones (ese pelo de la protagonista, de color inusitadamente rojo), y hasta tres líneas argumentales que parten de un mismo punto común para buscar reescribir el primer desenlace de forma que cuadre con las necesidades vitales (conservar la vida, nada menos) de los dos protagonistas.
Una pareja de jóvenes novios. Ella es hija de un importante banquero, si bien vive su vida al margen de las convenciones sociales. Él es un chiquilicuatre metido en fregados ilegales que evidentemente le vienen grandes. Cuando en uno de esos golpes él pierde por un descuido una considerable suma de dinero, ambos tendrán que intentar hacerse con 100.000 marcos (estamos en la Europa pre-euro) en veinte minutos. Entonces Lola tendrá que recorrer, en ese tiempo, el espacio que hay entre ella y su novio el carajote, y además conseguir semejante cifra: todo un envite, y a lo mejor puede hasta reescribir lo sucedido, aprendiendo de ello, un poco a la manera en la que lo hacía Tom Cruise en la muy posterior Al filo del mañana (2014).
Corre, Lola, corre resulta ser un thriller brillante, iconoclasta, colindante con el fantástico, sobre el azar y cómo influye éste en nuestras vidas, pero también un percutante ejercicio de estilo: ahí es nada, cómo hacer para rodar tres veces la misma historia, con sutiles diferencias que permitan resolver satisfactoriamente la peripecia central. También es un brillante filme de acción, en el que no hay grandes persecuciones sino sólo una chica corriendo como si le fuera la vida en ello (de hecho, así es...) y sus diversas aventuras en esa carrera sin freno que lleva hasta en el título del filme.
Película que influyó estéticamente de forma muy poderosa en su momento, sin embargo no supuso una continuidad real para Tykwer, cuyo único título relevante posterior sería El perfume, historia de un asesino (2006), la adaptación de la popular novela de Patrick Suskind. Fue también la película que dio a conocer a la francamente potente Franka Potente (lo siento, no me he podido resistir...), que a partir de aquí pudo desarrollar una carrera a ambos lados del Atlántico, tanto en Estados Unidos como en Europa.
81'