La novela de Patrick Suskind El perfume es uno de los grandes títulos de la literatura de masas del siglo XX; publicada en 1985, tuvo un éxito prácticamente instantáneo, sobre todo porque su temática era realmente novedosa y estimulante: la historia de un inclusero, nacido en la Orleáns del siglo XVIII, dotado de un sin parangón sentido olfativo, de lo que se valdrá para salir del infierno de miseria al que su humilde cuna le había confinado; pero la obsesión por conseguir el perfume definitivo, aquel que sería capaz de enloquecer de amor a cualquiera que lo percibiera, supondrá también, además del sentido de su vida, la necesidad de matar para conseguirlo, obteniendo de cada cuerpo de mujer virgen la esencia de los trece perfumes básicos.
El director, el alemán Tom Tykwer, se dio a conocer hace algunos años con su ciertamente más que curiosa y rompedora Corre, Lola, corre (cuya mala digestión por algunos, es verdad, ha engendrado algún que otro monstruo; véase, por ejemplo, Crank: veneno en la sangre), se ha convertido ahora en el adaptador al cine de una de las novelas que más novios ha tenido en las últimas dos décadas. Incluso el propio Stanley Kubrick la tuvo entre sus proyectos antes de morir. No ganamos nada con imaginar qué podría haber hecho el maniático perfeccionista (pero al que adoramos tanto) de Kubrick con este jugoso material literario; mejor será quedarnos con lo que nos presenta Tykwer, que es una adaptación muy sólida, quizá en algún momento demasiado deudora del texto original (esa voz en off, que, sobre todo al principio, no le hace ningún favor al lenguaje cinematográfico: otra cosa es que sea muy difícil explicar la historia sin recurrir a ella…), pero en cualquier caso una versión con empaque, bien narrada e interpretada, incluso por un Dustin Hoffman que ya sabemos tiene cierta tendencia a la sobreactuación, y más en una producción europea como ésta, en la que él es la única estrella de dimensión mundial.
Tykwer sale airoso de la más difícil de las asignaturas que se desprenden de la novela, cómo ofrecer en imágenes los olores que la palabra de Suskind permite, en el magín del lector de la obra literaria, columbrar las fragancias más extraordinarias. El director y sus guionistas optan por la fórmula de mostrar los efectos de esos efluvios, ya que no se pueden mostrar los aromas propiamente dichos: el descubrimiento del Nirvana por parte del protagonista al oler a su primera hembra en plena calle; la orgía total y absoluta de la escena del presunto ajusticiamiento del asesino; la desaparición física final, lo más parecido a una inmolación en busca del amor. No es mala fórmula, sobre todo hasta que el Odorama, aquel invento de chiste que se sacó de la manga John Waters hace ya la pila de años, no esté lo suficientemente perfeccionado…
Otra cosa es que, quizá en aras de no recibir calificaciones restrictivas de los censores, los fautores del filme hayan optado por una pudibundez en los desnudos ciertamente chocante: a pesar de que aparecen los cuerpos inánimes de las trece doncellas, y que en la penúltima escena cientos de cuerpos desnudos aparecen en una plaza, lo que es sexo propiamente dicho no aparece prácticamente ninguno, para lo cual ha debido de recurrirse a acrobacias más propias de saltimbanquis que de actores o figurantes… En fin, la mojigatería rampante, que en casos como éste resulta más llamativa que la presencia, con total naturalidad, del sexo de los que aparecen en pantalla.
El perfume. Historia de un asesino -
by Enrique Colmena,
Dec 17, 2006
3 /
5 stars
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