Como en círculos concéntricos que se alejan, se acercan, se mezclan y se confunden, Cronos es una muestra de modernidad y renovación, junto a clasicismo y tradición. En ella, el mexicano Guillermo del Toro ha volcado sus conocimientos fílmicos en otros campos de la creación cinematográfica hasta llegar a ésta su primera obra como realizador.
La historia parte, en su génesis, de un alquimista del siglo XVI que llega al puerto de Veracruz huyendo de la Inquisición y allí genera un inmortal mecanismo que dará vida eterna a quien sepa usarlo. Siglos más tarde, un honrado anticuario y un millonario moribundo lucharán por su posesión, dando lugar, entre unos y otros, a un relato violento y entrañable, lleno de acción pero también de intimismo.
Película cuidadosa en su tipología, en sus ambientes y en sus planteamientos, Cronos es un gran debut para Guillermo del Toro, que logra escenas espléndidas (como la de la sangre en los lavabos) y renueva la tradición vampírica con este abuelo que no mata, que es más víctima que verdugo en su búsqueda del rojo líquido.
Y como en círculos concéntricos también, los nombres de Bram Stoker (por su núcleo central en torno al vampirismo), de Jorge Luis Borges (por ese mecanismo inmortal, por ese casi aire porteño de la geografía urbana de patios y almacenes, por su referencia histórica inicial…), e incluso de Howard Phillips Lovecraft (por su blasfemo desafío a la muerte, por el manuscrito crucial…) sobrevuelan este film culto y cultista, ejemplo de una cinematografía latinoamericana que a pesar de su escasa producción tiene autores llenos de inventiva y originalidad, y en el caso de este film mexicano, sabe aunar esfuerzos económicos para que puedan plasmar en imágenes historias como las de este abuelo vampiro, protagonista a su pesar de toda una odisea, ante la mirada muda y atenta –y cómplice— de su pequeña nieta.
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