Tras el relativo fracaso comercial (y absoluto en cuanto a la crítica) de su anterior título, "Entre las piernas", que confirmaba que el thriller no era lo suyo, Manuel Gómez Pereira vuelve a la comedia, y además a lo grande, con coproducción con Estados Unidos, reparto internacional y gran presupuesto. Sin embargo, parece como si el título de la película, "Desafinado", fuera premonitorio del resultado. Porque Pereira, que es un director solvente y con buen tono para hacer obras industrialmente sólidas, tiene una cierta tendencia, apreciada desde sus primeras películas (aquella casi naïf "Salsa rosa") a la pesadez, a la falta de ligereza que es consustancial a la comedia. A pesar de ello, sus películas suelen funcionar bien, aunque siempre dejan el regusto de que con esos mimbres (el guión de sus habituales Oristrell, Iborra y Serrano) se podrían haber hecho otros cestos mejores.
"Desafinado" pone en solfa, y nunca mejor dicho, a ese consorcio económico-artístico (por ese riguroso orden) que fuera Los Tres Tenores, formado por Domingo, Pavarotti y Carreras, de los que, con otros nombres, se burlan aquí a modo, poniéndolos de endiosados, envidiosos, avejentados, peseteros, putañeros y otras lindezas. Pero lo cierto es que no basta la mofa por sí misma, siendo ésta tan merecida; no se puede recurrir, como hace Pereira, al humor más grueso y zafio, incluidas escenas escatológicas como la de Aiello embadurnado de sus propias heces, ni la inicial secuencia con los tenores cantando "Guadalajara", en una escena que da vergüenza ajena, de lo pésimamente planificada y rodada que está.
Es cierto que, conforme progresa el enredo, la película se va entonando y termina resultando incluso relativamente agradable, pero el conjunto deja una sensación de insatisfacción evidente. Y eso que ya es difícil que actores tan solventes como Mantegna o Aiello estén lamentables; no es el caso de la momia recosida de George Hamilton, cuyas carencias actorales son conocidas; se desaprovechan talentos como el de Anna Galiena, aquí una segundona sin brillo, y el conjunto de intérpretes resulta manifiestamente mejorable.
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