Oriol Paulo es un guionista y director barcelonés que debutó en el largometraje con El cuerpo (2012), un thriller un tanto efectista pero que tuvo cierto recorrido comercial (recaudó más de 6 millones de euros, que para un film de su género, en España es más que suficiente). Su segunda película, Contratiempo (2016), también en el mismo tipo de cine, jugaba las mismas cartas, con una intriga por desvelar contra reloj, y aunque en nuestro país tuvo una recaudación modesta, en China (sí, en China...) lo petó, como dice la gente joven de hoy, superando de largo los 20 millones de recaudación.
Me imagino que esta nueva película está hecha con la nada secreta intención de aprovechar la puerta abierta en el mercado asiático y, aunque en España no funcione demasiado bien (lo que, a la vista del primer fin de semana, tiene todas las trazas de ser así), en el país de los rollitos primavera y el cerdo agridulce sí que arrase.
Y lo cierto es que puede ser, porque Durante la tormenta tiene visos de interesar a quienes gusten (y parece que a los chinos les gusta...) los artefactos intrincados como propone la nueva película de Paulo: Barcelona, en nuestros días: Vera es una enfermera que ha dejado la carrera de medicina para dedicarse a su hija Gloria, que ahora tiene apenas 4 años; está casada con David, ejecutivo de profesión. La familia se ha cambiado de casa, pero en una especie de trastero Vera encuentra un viejo televisor y una cámara de vídeo también muy antigua; simultáneamente sobre el país se cierne una extraña tormenta que se prevé dure 72 horas, exactamente igual que otra que ocurrió 28 años atrás; cuando Vera enciende la tele y la cámara de vídeo, aparece un niño, Nico, que, 28 años atrás, tras descubrir que su vecino había matado a su mujer, murió atropellado por un coche. Vera se propone entonces evitar que eso suceda, aunque a veces cuando se modifica el pasado, el futuro también puede que cambie...
Los viajes en el tiempo, o las alteraciones entre espacios temporales distintos, son ciertamente muy agradecidos en cine. El talón de Aquiles de estas historias suele radicar en que es casi imposible cuadrar verosímilmente las historias para que no queden flecos sueltos, cuando se modifica el futuro y lo que fue ya no es, sino que ha sido de otra manera. Debemos decir, para hacer honor a la verdad, que en Durante la tormenta se consigue razonablemente que no queden cabos sueltos ostensibles, lo que es todo un elogio para este tipo de películas.
Lástima que, aunque toda la parte final gana en intriga, tensión y fuerza dramática, con una brillante resolución que, ciertamente, completa el círculo y permite un “happy end” poco antes insospechado, el comienzo del film no brilla a igual altura, haciéndose un tanto pesado el planteamiento hasta que la trama va engrosándose y tomando cuerpo. Ese desequilibrio juega en su contra, como casi siempre por un metraje excesivo, como si el guionista y director no confiara en el espectador y tuviera que dárselo todo mascado y, consecuentemente, alargar sin necesidad la duración del film.
Con todo, Durante la tormenta es un agradable entretenimiento, razonablemente urdido con mimbres del thriller que conecta (un poco por arte de birlibirloque: aquí por una tormenta muy especial que parece propiciar un a modo de agujero de gusano...) tiempos distintos, un poco a la manera en la que el cine norteamericano lo ha hecho en películas como La casa del lago (2006) y, sobre todo, Frequency (2000).
Paulo dirige con eficacia y sin florituras; su apuesta es, obviamente, conseguir desasosiego y tensión en el espectador y que las cosas cuadren, más o menos, no ser exquisito ni tener “mundo personal” (para eso ya están los “artistas”: ¡ay, esas comillas!). En cuanto a los intérpretes, Adriana Ugarte vuelve a demostrar que es una de las actrices más interesantes de su generación, capaz de dotar de una gran intensidad a los personajes que hace. Chino Darín modula su acento porteño hasta hacerlo pasar por un español de España perfectamente neutro, en un trabajo interesante y que habla de su loable capacidad de adaptación. Se ha dicho, no sin razón, que el gran Javier Gutiérrez está un tanto desaprovechado, pero lo cierto es que su papel es el que es, y no se le podían añadir florituras. Como curiosidad, Nora Navas, que tiene 43 años, hace de madre de Miquel Fernández, que tiene 38: eso es precocidad, y lo demás es cuento... Y el algecireño Álvaro Morte, como siempre tan fiable y seguro, confirma que lo de La casa de papel no fue el sonido de la flauta del burro. Entre los secundarios está la siempre estupenda Ana Wagener y Belén Rueda hace una aparición casi de cameo, en plan diva, como la estrella que es del thriller y el terror hispano de este siglo XXI.
(06-12-2018)
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