Esta película forma parte de la Sección Sismos del 47º Festival de Cine Iberoamericano de Huelva. Disponible por tiempo limitado en Filmin.
Valentín Javier Diment (Buenos Aires, 1967) es un director, guionista, productor, montador y actor que lleva haciendo cine desde comienzos de este siglo XXI. Trabaja generalmente con un mismo equipo de intérpretes y técnicos, en un grupo cohesionado que es evidente disfruta con los rodajes de estas películas en las que Diment cuenta siempre historias esquinadas, en los terrenos del misterio, el thriller y el terror. Sus películas suelen ser de bajo presupuesto y tampoco se puede decir que se hayan visto fuera de Argentina, salvo su participación en festivales, donde esta El apego consiguió el premio Nuevas Visiones en el de Sitges.
La acción se desarrolla en los años setenta en Buenos Aires. Vemos a Carla deambulando de noche por las calles bajo una lluvia inclemente. Por fin llega a su destino, la casa-clínica de la doctora Irina, su ginecóloga, al estar embarazada y no sentirse bien. Pero la médica la emplaza para el día siguiente, aunque la chica le dice que no tiene donde quedarse. A la mañana siguiente es revisada por la doctora. Carla quiere abortar, pero es demasiado tarde, así que Irina le propone que se quede en la casa y le buscará una pareja que quiera quedarse con el bebé, con lo que la chica ganará mucho dinero y la doctora su comisión correspondiente. Pero las cosas empiezan a torcerse pronto...
Es curioso porque tiene dicho Valentín Javier Diment que esta película no se ajusta a estructura ni género alguno, cuando nos parece evidente que su modelo, su referente, es el “giallo” italiano de los años setenta y ochenta, subgénero de terror con el que El apego tiene muchos puntos concomitantes, como la mezcla de terror sanguinolento y erotismo desaforado, el fuerte componente psicológico, con traumas psiquiátricos por abusos infantiles, el gusto (por no decir la delectación...) por el gore, con sus brutales heridas, amputaciones, desmembramientos y demás parafernalia de casquería surtida, los encuadres y angulaciones rebuscadas, que buscan dar una imagen distorsionada de lo que está ocurriendo, e incluso la ambientación musical, con frecuente recurrencia a las canciones italianas de aquella época.
Así que para no ser un “giallo”, bien que lo parece... Al margen de si ha sido, o no, intencionado ese homenaje, lo cierto es que este más bien desconcertante El apego combina un cierto acartonamiento formal, una filmación un tanto primaria y poco sutil, con algunos detalles interesantes, como el montaje de uno de los asesinatos cometidos por la coprotagonista, realizado con una planificación que recuerda al Brian de Palma de los (otra vez...) años setenta y ochenta. El blanco y negro inicial, muy contrastado y con un punto artificioso, dejará paso a mitad de metraje a una no menos brillante fotografía en color, cuando para la coprotagonista se desvela el sentido de su vida (ah, el amor...) y todo cobra de repente otro significado, incluso cambiando el mortecino blanco y negro por todo un arco iris de colores. Eso sí, a pesar de la no excesiva sutileza que se gasta Diment, se agradece que nos ahorre la habitual mostración cuasi pornográfica del desmembramiento de cadáveres, que aquí se nos da con unas relativamente sugerentes sombras chinescas
A vueltas de nuevo con el tema del aborto, que ha sido uno de los temas recurrentes de la filmografía de Diment, en el fondo El apego no es sino una impremeditada historia de amor, de amor desesperado entre dos almas desquiciadas, entre dos mentes abusadas cuyas psicopatologías se encontrarán para, contra todo pronóstico, hacerse fuertes en su unión, aunque para ello tengan que empezar de cero. Todo ello en un marco alambicado y con gusto por los subrayados y las escenas “fuertes” (también en sexo, en especial sexo lésbico, con prácticas tales como las “tijeras” y el cunilinguo). Película irregular, con cosas curiosas y otras bastante menos, El apego queda como un peculiar acercamiento del cine argentino al “giallo” italiano de los setenta, por más que su director abjure de esa (nos parece que evidente) intención.
Aceptable trabajo actoral de las dos protagonistas, teniendo en cuenta que su interpretación no se mueve en una clave realista sino, por momentos, casi surrealista. Ambas, Jimena Anganuzzi y Lola Berthet, forman parte del equipo permanente que vienen trabajando con Valentín Javier Diment casi desde el principio de la carrera de este cineasta, un equipo que nos parece compacto y eficiente dentro del cine de género que cultiva su líder.
(17-11-2021)
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