CRITICALIA CLÁSICOS
Disponible en FlixOlé.
Los años sesenta fueron pródigos en films de “sketches”, en los que se contaban varias historias, generalmente cada una de ellas dirigida por un cineasta diferente, con frecuencia cineastas de prestigio. Fueron muchos y funcionaron razonablemente bien, en títulos como Paris visto por..., El amor a los veinte años, Las brujas o Las cuatro verdades, entre otros muchos. Se hicieron generalmente en la Europa democrática, menos frecuentemente en la España franquista, aunque algunos títulos hubo, como Los desafíos y esta El arte de casarse, y también su inmediata continuación, El arte de no casarse, que funcionaron como un díptico desde el primer momento, hasta el punto de que al final de la primera se incluía una secuencia postcréditos (en eso se anticiparon décadas a ese mismo recurso en las pelis del universo Marvel, que parece que habían descubierto América...) en la que Alfredo Landa y Concha Velasco anunciaban esa segunda parte.
En contra de lo que solía suceder en este tipo de productos, aquí los dos directores que se encargaron del díptico, Jorge Feliu (que con la democracia firmó sus películas como Jordi Feliu) y José María Font-Espina rodaron dos “sketches” cada uno, cuando lo habitual es que cada cineasta se encargara de un solo episodio; en concreto Jorge filmó los titulados Profesor de matrimonio y La niña alegre, y José María los denominados Amor con amor se paga y Pastoral.
En el primero de los episodios, Amor con amor se paga, conocemos a un apocado doctor que pasa consulta en una habitación que tiene alquilada a una señora, cuya hija, que lleva años de noviazgo con su prometido que no termina de casarse con ella, urde la artimaña de hacer creer al pánfilo noviete que está embarazada de él... En el segundo, Profesor de matrimonio, conocemos a una criadita de buen ver que trabaja en casa de un oficial de alto rango norteamericano (se supone que destinado en la base de Torrejón, o en las de Rota o Morón...), quien, a petición de la chica, le da una serie de pautas para que seduzca a su futuro marido, aunque con consecuencias imprevistas... En el tercero, La niña alegre, vemos a una chica de revista, pero muy, muy decente, intentando evitar las acometidas de su empresario, y a la vez con otro posible pretendiente, ¿por cuál de los dos se decidirá?... Y en el cuarto, Pastoral, ambientado en un campo un tanto de guardarropía, presenta a una moza de armas tomar que le tira los tejos a un “alelao” pero "forrao" que solo tiene ojos para cantar la Carmen de Meriméee, mientras que otro mozo, que sí está por los huesos de la chica, pero al que rechaza por no tener donde caerse muerto, pone en práctica aviesamente aquello de “de noche, todos los gatos son pardos”...
Hay cosas curiosas en esta película, cuyo objetivo, evidentemente, es echarse unas risas a costa del tema del casorio, en aquella época prácticamente la única salida vital para las mujeres, pero en la que caben interesantes deducciones: por ejemplo, la muy peculiar forma en la que en Amor con amor... se desliza el tema de la seducción (hoy cabría hablar prácticamente de violación) del apocado doctor sobre la moza, en una escena en la que parece que, más que a fornicar, lo que va a hacer es hipnotizarla... Como corresponde con un tiempo en el que no existían ni Los Ofendiditos ni ese dios tonante (casi mejor “tunante...”) llamado Lo Políticamente Correcto, hay chistes de gangosos, con el personaje de José Sacristán, se habla a boca llena de la mujer calculadora que busca un buen partido para casarse, e incluso se anticipa el #MeToo (eso sí, tomándolo a chacota...) en el ciertamente intolerable acoso sexual del empresario a su chica de revista en el episodio de La niña alegre, que quizá hubieran querido titular, si censura se lo hubiera permitido, “La niña de vida alegre”.
El conjunto, aunque ciertamente se nota avejentado, resulta agradable porque, más allá del “desiderátum” que se plantea en todos los episodios, sobre la fijación de las mujeres en casarse (y de los hombres en holgar con ellas sin pasar por el altar, aunque al final pasen...), tiene un tono irónico que con cierta frecuencia resulta sarcástico, en una época, mediados de los sesenta, en la que ni el régimen franquista, ni tampoco el adocenado público medio, estaba muy de acuerdo con esas heterodoxias. Ese tono irónico, además, liquida, o al menos matiza, el inevitable conformismo del mensaje matrimonial.
Con episodios con un final con toque fantástico y otros en los que, aunque haya cierto costumbrismo, no se puede decir que sean precisamente historias realistas, el film está plagado de momentos extravagantes, con un cierto humor absurdo en alguno de los episodios, como el que transcurre en el campo. También resulta llamativa una cierta chacota con el tema religioso en el episodio de La niña alegre, donde el creciente tamaño del cirio (ejem...) puesto al santo de turno termina siendo descomunal, como si la devoción se midiera por centímetros de vela encendida; ese episodio, por cierto, tiene un final que sugiere veladamente (ya que estamos...) que el desenlace se resuelve en... ¡bigamia! Se ve que los censores ese día estaban particularmente espesos...
Buen trabajo del elenco actoral, todos ellos bastante sobreactuados porque las distintas historias así lo pedían: especial mención para los intérpretes a la cabeza del cartel, un Alfredo Landa previo a la eclosión del fenómeno del landismo, y una Concha Velasco que aún no había explotado como la formidable actriz dramática que (además de cómica) siempre ha sido. Entre los secundarios destacaremos a Paquito Cano, que ya en esas fechas había saltado a la popularidad en el programa infantil de TVE Los Chiripitifláuticos, donde encarnaba al adorable Locomotoro, con el que alcanzó gran fama en todo el país; en esta película, sin embargo, su personaje se puede calificar prácticamente como de sátiro.
Tanto El arte de casarse como El arte de no casarse tuvieron una acogida de público bastante respetable, con más de medio millón de espectadores cada una de ellas en su pase por salas (fuente: web del Ministerio de Cultura y Deporte), a pesar de lo cual ni Feliu ni Font-Espina continuaron aprovechando ese filón.
(27-01-2023)
90'