El anime japonés no es solo Ghibli, claro, aunque a veces se tiende a creer que sí. Keiichi Hara es un veterano cineasta nipón (Prefectura de Gunma, 1959), cuya carrera se cimentó durante su primera época, en las últimas décadas del siglo XX, en la realización de muchos episodios y películas del personaje Shin Chan, un niño de cinco años ingenioso y travieso a más no poder. Ya en el siglo XXI Hara probó a hacer también otros trabajos distintos en largometrajes que, ciertamente, se acercaban más (sin estar hecho dentro de esa compañía) a los “cartoons” mundialmente famosos de Studio Ghibli, con historias que, pudiendo ser disfrutadas sin duda por el público adolescente, también se dirigía al público adulto, quizá una de las características esenciales de los animes de la Casa de Totoro, fundada por el mítico Hayao Miyazaki.
En esa línea creativa Hara ha realizado varios films de interés, como El verano de Coo (2007), Colorful (2010) o The Wonderland (2019). Esta El castillo a través del espejo se inscribe en esa misma línea de creación del cineasta, una línea con una historia bastante más adulta que los divertidos pero generalmente inanes dibujos de Shin Chan. La historia se ambienta en el Japón moderno; conocemos a Kokoro, una preadolescente con problemas de autoestima, casi en grado de depresión; su madre, solícita y entregada, intenta a través de la llamada “aula del corazón”, en su colegio (creada con la función de ayudar a los alumnos con problemas psicológicos), que la situación revierta, aunque con escaso éxito. Días después, ya en el mes de Mayo, Kokoro dice a su madre que tiene dolor de tripa; la madre, aunque cree que está fingiendo, llama al colegio para decir que está enferma. Ese día, sola en casa, la chica se siente atraída por el espejo, que brilla extrañamente; al tocarlo, ve que su mano se adentra en él, así que se arma de valor y lo atraviesa totalmente con su cuerpo. En el interior del espejo se encuentra con una chica que tiene colocada una cabeza de lobo. Allí Kokoro encuentra a otros chicos y chicas, hasta un total de 7; ninguno sabe nada, todos han sido arrastrados por sus espejos brillantes. A la chica de la máscara la llaman Señor Lobo, que les explica que en algún lugar del castillo en el que se encuentran hay una habitación donde podrán conseguir la realización de su más ferviente deseo; sólo uno de ellos podrá lograrlo; para ello, tienen que encontrar la llave de esa habitación, aunque a las 5 de la tarde de cada día todos tienen que volver a su casa, o un monstruo los devorará...
La historia se desarrolla, mes a mes, prácticamente a lo largo de un año, desde la primavera de un año hasta la siguiente, en el mes de marzo fijado como tope por Señor Lobo para encontrar la llave de la habitación y tener acceso a ese deseo tan querido. En ese tiempo tendremos ocasión para ir conociendo mejor a Kokoro, pero también, aunque secundariamente, a los otros chicos y chicas con los que se ve en el imaginario castillo al que llegan a través del espejo.
El tema del film es, por supuesto, el acoso escolar, y, especialmente, la forma de afrontarlo; aquí se hace de forma metafórica, con ese castillo imaginario en el que siete chicos acosados, objeto de “bullying” por ser, como dicen ellos, “bichos raros”, aprenderán con su convivencia mutua a armarse psicológicamente para contrarrestar ese acoso al que son sometidos por algunos de sus compañeros. Para ello Hara, basándose en una novela de Mizuki Tsujimura, nos cuenta una historia contada en clave fantástica, utilizando, más o menos libremente, algunos de los cuentos infantiles más conocidos, en concreto algunos relacionados con el acoso a niños (o cachorros...), como Caperucita Roja y, sobre todo, el Lobo y los Siete Cabritillos; las alusiones son más que evidentes: la chica con máscara lobuna, al que todos llaman Señor Lobo, les dice a los siete chicos que son sus “siete caperucitas”, y por si fuera poco evidente, la protagonista ve en una escena un cuadro que reproduce el cuento del Lobo y los Siete Cabritillos, siendo el cánido, lógicamente, el acosador de turno, y los siete cachorros cápridos los siete chicos acosados.
Pero hay más referencias cultistas, desde la más evidente, la carrolliana Alicia a través del espejo hasta incluso, de forma más o menos velada, la serie surcoreana El juego del calamar, del que toma el temible castigo que tendrá lugar si no se cumple la norma básica, abandonar el castillo antes de las 5 de la tarde.
Es su tema, como decimos, el “bullying”, presentándonos en la historia a cada uno de los chicos y sus episodios de acoso, siendo cada uno humillado por distintas causas, pero no solo el que se ejerce entre compañeros de colegio, sino que, dando un osado paso más, Hara nos muestra el caso de uno de los eufemísticos siete cabritillos, en concreto una chica, que será objeto de abuso sexual por parte de su padre, escena en la que el director presenta a éste con la cara llena de garabatos, en un interesante recurso muy gráfico para mostrarnos lo incomprensible, lo abominable, de su comportamiento para con su hija.
Por supuesto, ese “bullying” que sufre la protagonista y sus compañeros influirá negativamente en su vida familiar, actuando desconsideradamente la niña con su madre, que sin embargo se desvive por ella; ese hogar hasta el que llegará el desprecio y la humillación de sus colegas, en una demostración de acoso puro y duro, perpetrado por la habitual masa cobarde...
El castillo al que acceden Kokoro y sus compañeros a través de sus respectivos espejos actuará, entonces, como una especie de metáfora, un mundo de fantasía en el que se refugian los niños humillados. Como si fuera una “road movie” interior, el camino (es decir, la convivencia con sus pares, que les hará madurar) será lo importante, no el teórico final, esos diversos deseos que todos y cada uno de ellos anhelan. Habrá otros temas secundarios, desde luego, como ese permanente complejo de culpa que aparece siempre en el cine japonés, en este caso no solo en los niños que habrán de sanar de sus heridas psicológicas, sino también en algunos adultos, como la madre de Kokoro.
Con unos fondos muy realistas, mientras que los personajes son más estilizados y con el trazo típico del anime que se ha convertido en el canon de este tipo de cine, El castillo a través del espejo presenta una parte final muy mística, a ratos casi abstracta, pero sin duda muy atractiva, rica en elipsis, conformando en su conjunto una sugestiva historia sobre el acoso escolar, pero también sobre otros problemas que pueden aparecer en la infancia y preadolescencia, como la tragedia por la muerte de un hermano o hermana, el abuso paterno, o la ansiedad por no llegar a lo que se espera de ellos en su formación.
(03-05-2025)
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