Uno de los libros más desasosegantes de Stephen King es “Cementerio de animales”, su particular visión del mundo de los zombies, tratado desde la perspectiva peculiar del amor de los niños a los animales, pero también una muy especial reflexión sobre la vida, la muerte y la posibilidad de recuperar a seres queridos fallecidos antes de tiempo. Es ésta probablemente una de sus mejores novelas, un relato estremecedor en el que el miedo y el sobrecogimiento no vienen dados por descripciones sanguinolentas ni por monstruos extraños, ni siquiera por su muy querida lucha entre el Bien y el Mal, con sus correspondientes vicarios terrenales, sino por algo tan natural y tan cotidiano como la muerte, y el regreso de ésta mediante un sortilegio, en este caso el enterramiento del cuerpo en una tierra mágica. Porque King habla en su novela sobre seres humanos y sus más recónditos deseos: no perder a los que aman, a toda costa, sobre todo cuando por un azar se ha encontrado una forma de conseguirlo.
Y lo cierto es que el trabajo de la directora Mary Lambert en esta adaptación, con un guión del propio King, mantuvo con dignidad la talla de la novela. Lambert se decanta pronto antes por la elipsis, por lo tácito que por lo explícito. Así, nos ahorra la muerte del pequeño Gage, realizada con una precisión fatalista pero sin mostrar el momento del impacto. Le basta enfocar al camión al fondo haciéndose cada vez más grande sobre el cuerpecillo del bebé y después simplemente un plano en el que cae una de las botitas del chiquillo, ensangrentada. También raya a gran altura en la escena de la muerte de la madre a manos del niño-zombi, filmada sólo sobre el abrazo de ésta, con el niño bisturí en mano, la madre extasiada ante la recuperación de su hijo, un corte brusco del plano que lo dice todo sin tener que mostrar nada.
Así mismo, Lambert juega muy bien con las primeras apariciones de los zombies, renunciando a mostrarlos desde el principio; en cambio, lo que hace es mostrar parte de ellos, como cuando Gage llega desde el cementerio a su casa: vemos sólo los pies, después la sombra sobre la cama de su padre, las manitas buscando en el maletín médico... Todos ellos son detalles que atestiguan que Lambert tiene talento cinematográfico, aunque quizá cabría preguntarse si todos estos aciertos no pertenecen más al guionista, King, por cuanto la segunda parte de este filme, “Cementerio viviente II”, también dirigida por Lambert, es muy inferior, y ya no contaba con guión del novelista de Maine.
Sea de uno o de otro el mérito, lo cierto es que “El cementerio viviente” es un filme que produce un raro desasosiego, que no abusa de la casquería ni del cine de vísceras, que ya por aquel entonces, a finales de los años ochenta, era el que predominaba en el género, aunque inevitablemente le rinde pleitesía en algunos momentos.
Película modesta en presupuesto, sin estrellas (salvo el propio King, como guionista y con un pequeño papel, como a él le gusta), llegó muy bien al espectador, hasta el punto de tener una excelente recaudación, lo que motivaría la secuela citada, ya sin la clase y el sentido cinematográfico demostrado por este filme desasosegante, quizá no tanto como la propia novela, pero que en cualquier caso alcanza un alto nivel entre las adaptaciones kingianas.
El cementerio viviente -
by Enrique Colmena,
Mar 25, 2008
3 /
5 stars
Filme del desasosiego
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