CINE EN SALAS
[El lector interesado en la obra de la gran Maggie Smith, recientemente fallecida, puede consultar también en Criticalia el artículo titulado Los mejores años de Miss Maggie (Smith)]
El cine “feel good” (ya saben, cine para sentirse bien...) sigue gozando de buena salud, aunque no siempre dé en la diana. He aquí un buen ejemplo: esta El club de los milagros es tan bienintencionada como, nos tememos, fallida... La acción se desarrolla en los años sesenta, en un pueblecito irlandés en el que ha fallecido recientemente una de sus habitantes, una anciana muy querida por los vecinos; de Estados Unidos regresa su hija, Chrissie, que marchó del pueblo (bueno, la echaron, como ella se encarga de recalcar) cuarenta años atrás, cuando aún no había alcanzado la mayoría de edad, al quedarse embarazada de su novio, que murió poco después ahogado en alta mar. Aquel hecho de la marcha de Chrissie a Norteamerica, en la muy católica Irlanda de los años veinte, una sociedad meapilas hasta decir basta, produjo una fortísima impresión en varios miembros de la comunidad, desde Eileen, amiga íntima de Chrissie, que se sintió abandonada por su amiga, hasta Lily, la madre del novio que fallecería ahogado; ambas sienten un furibundo odio hacia Chrissie, un odio que ahora, tras volver esta por el fallecimiento de su madre, vuelve a aparecer; las tres mujeres, sin embargo, se verán embarcadas en un viaje a Lourdes, gracias a una rifa de la parroquia, cada una en busca de un milagro más o menos secreto, pero quizá el que se produzca sea el que no buscaban: la reconciliación...
Sobre una historia original del también actor Jimmy Smallhorne, la película ciertamente no engaña a nadie: da justamente lo que promete, con un esquema que se reproduce siempre, a grandes rasgos, en el cine “feel good”, con un planteamiento en el que veremos ciertas dificultades, o problemas, o rencillas entre los personajes, que hay que resolver, lo que irá ocurriendo a lo largo del nudo de la historia, para llegar a un desenlace en el que, como en los cuentos de hadas, todos comerán felices y serán perdices (¿o era al revés?).
Queremos decir que en este tipo de pelis no caben los “spoilers”, porque todos sabemos cómo va a terminar el film, con un final feliz que, ojalá, fuera siempre el de las historias de la vida real. Pero esa es su función, precisamente, hacer una enmienda a la totalidad, aunque sea durante un rato, a la existencia cotidiana. Claro que hay formas y formas de hacerlo, y la de este por lo demás amable El club de los milagros no es de las mejores: aunque la historia es resultona y tenía posibilidades, el guion no es precisamente exquisito, con personajes apenas perfilados, con giros escasamente justificados, cambiando las protagonistas con frecuencia de actitud entre ellas sin motivación alguna, e incluso la reconciliación final está también poco fundamentada, pareciendo que las supuestas “haters”, las “odiadoras”, en el fondo estaban deseando volver a ser amiguísimas íntimas; tampoco la puesta en escena se puede decir que sea mínimamente estilosa, siendo su responsable el director Thaddeus O’Sullivan (Dublín, 1947), un veterano cineasta curtido mayormente en televisión, y que desde luego no es que sea un prodigio de personalidad ni creatividad; su trabajo se limita a contar su historia, aseadamente, y poco más.
Así las cosas, lo único que merece la pena en el film es la interpretación de las tres actrices que encabezan el reparto: la primera, la eximia Maggie Smith, en su último personaje cinematográfico, antes de fallecer recientemente: aunque su papel no es de los mejores de su carrera, ella lo trasciende y hace grande. La segunda, la norteamericana Kathy Bates, la inolvidable enfermera loca de Misery (por la que ganó el Oscar), que por supuesto sirve perfectamente a su titubeante personaje, mejorándolo. Y la tercera, la también yanqui Laura Linney, menos conocida que sus colegas de reparto, pero también una buena actriz, tres veces nominada al Oscar, que aguanta el tirón de tener que compartir casi todas las escenas con dos de las grandes actrices de nuestro tiempo. Más flojo vemos a Stephen Rea, el único personaje masculino de cierta relevancia, en un papel que ronda el histrionismo, por no decir la caricatura.
Por cierto, hay un error de casting muy llamativo: los personajes de Eileen (Bates) y Chrissie (Linney) figuran ser más o menos de la misma generación; eran amigas íntimas de infancia y adolescencia, según se dice en la peli; sin embargo, Bates es 16 años mayor que Linney... más que una amistad generacional, parece una amistad “intergeneracional”...
(26-10-2024)
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