Knock es un ladrón y estafador arrepentido, que tras huir de sus perseguidores por una deuda, estudia la carrera de medicina y una vez terminada llega al pequeño pueblo francés de Saint-Maurice para utilizar su método de hacerse rico rápidamente. Para ello convence a los pintorescos habitantes del lugar de que un paciente sano es un enfermo que no sabe que lo es y lo pone en práctica encontrándole a cada uno la enfermedad real o imaginaria que sufre, que le cuadre más a su economía.
Como maestro en el arte de la manipulación, Knock está a punto de lograr lo que se propone, pero acabará dándose cuenta de que el dinero no lo es todo, lo que cambiará cuando en su camino se cruce Adèle, una joven que le hace plantearse sus decisiones, y alguien de su turbulento pasado, que llegará para descubrirlo, a lo que contribuye el cura del lugar, al que no le cae bien porque le quita clientela de la parroquia, con el que se porta mal difamándolo en público, algo impropio de su condición sacerdotal.
Esta película, que se convirtió en todo un éxito en Francia, es la amable adaptación al cine de la obra teatral Knock o el triunfo de la medicina, de Jules Romains, representada por primera vez en París en 1923, y llevada al cine con ésta cuatro veces, así como media docena de tv-movies y dos más como serie. En este caso se aleja de la época en que fue escrita, en pleno apogeo del partido del nazismo, ya que la traslada para su versión fílmica a los años cincuenta.
La francesa Lorraine Levy, directora de El hijo del otro (2012), dirige esta comedia que es su tercer largometraje sobre la citada pieza teatral de la que ha hecho también el guion tomándose algunas libertades, dándole otro sentido al original, metiendo nuevos personajes y dotándole del color de la piel y de humanidad a Knock, haciendo una versión más dulcificada que la original.
El simpático actor francés, al que todos recordamos por su papel en Intocable (2011), el film que le lanzó a la fama, encarna a este delincuente arrepentido que llega a ese pueblo para sustituir al doctor que se ha jubilado y allí pone en marcha su curioso método, convencer a la gente de que toda persona sana es un enfermo en potencia y así cobrarle por curarlo, a lo que se une el farmacéutico medio arruinado, ya que el anterior médico no mandaba más que tisanas a sus pacientes. No obstante todos lo adoran por sus dotes curativas diciéndoles lo que desean oír y creándoles la necesidad de poner remedio a sus males.
Una comedia costumbrista con personajes un poco estereotipados y algo increíbles, que nos hacen sonreír ante las artimañas de este doctor que así se gana la vida pero que igualmente es capaz de enamorarse, puesto que también tiene su corazoncito, que aunque los engaña, se hace querer por todos a los que hace felices haciendo que se olviden de sus problemas. Tal vez es que no hace más que aplicar lo de que es mejor prevenir que curar.
El actor no parece el más apropiado para el papel, pero no olvidemos que su descubrimiento fue precisamente en una comedia, aquí siempre va bien vestido y con una buena presencia.
La cinta tiene algunas cosas desfasadas para la época, pero si no se le exige mucho y se desea pasar un rato con algunas situaciones divertidas y su puntito dramático, puede valer. La película le hace un pequeño homenaje al autor de la obra al ponerle a la plaza del pueblo el nombre de Jules Romains.
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