Las coproducciones hispano-italianas han utilizado con profusión temas históricos en los que enmarcar sus, por lo general, productos conjuntos. En el caso de este filme, se parte de una versión bastante fantasiosa sobre la personalidad histórica de César Borgia, el duque italiano de origen valenciano, duque de Romaña, que fue famoso en su tiempo, e incluso hoy, por sus intrigas palaciegas y sus arteras jugadas políticas, hasta el punto que, según se dice, el propio Nicolás Maquiavelo lo tomó como modelo para su famoso “El príncipe”.
“El duque negro” se ambienta en la época de César Borgia más esplendorosa, cuando, al borde de la entrada del siglo XVI, ha conseguido dominar la mayor parte de Italia. Se le resiste una pequeña fortaleza, que el duque de Romaña intentará tomar. Sin embargo, la dueña del lugar asediado le tenderá una trampa mortal, de la que se salvará “in extremis”. Por supuesto, el rigor histórico no existe para nada en este filme, puesto en imágenes rutinariamente por un profesional italiano de nula relevancia, Pino Mercanti, que se limitó a conferirle el tono aventurero que les interesaba a los productores.
El pecado original de la película, como siempre, es la falta de medios, y subsidiariamente, la de talento, aunque éste último no sea imprescindible cuando simplemente se trata de intentar entretener al espectador, sin mayores pretensiones. A ese objetivo contribuyen algunos de los actores de esta fantasía histórica-aventurera, como Cameron Mitchell, un actor de carisma al que le cuadra bien el personaje de César Borgia, o nuestro Conrado San Martín, que interpretara en su momento algunos interesantes policíacos de la llamada “Escuela de Barcelona”.
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