Pelicula: Tras una primera etapa a las órdenes de Fatty Arbuckle, Buster Keaton vuela solo a partir de 1920, y durante varios años realiza un buen número de cortometrajes que le foguearán en el conocimiento del incipiente lenguaje cinematográfico. Pero ya en esa primera etapa de filmes en los que contaba con autonomía se puede apreciar el genio de este actor y director, uno de los más grandes que haya dado no sólo el cine mudo, sino el cine, sin adjetivos.

Películas espléndidas como El maquinista de la General, El cameraman, El navegante, Las tres edades, Siete ocasiones o El héroe del río, convertirían a Keaton en uno de los grandes, hasta el punto de que, décadas más tarde, ya recuperado el prestigio que perdió a la llegada del sonoro, su nombre competía con el de Chaplin para el trono virtual del rey de los directores cinematográficos.

Pero antes de llegar a esa altura Keaton nos dejó un buen puñado de cortos cómicos en los que dio rienda suelta a su exacerbada imaginación, siempre canalizada férreamente por una organización prusiana, que daba como resultado unas historias que parecían fruto de una improvisación que realmente no existía: en el cine de Keaton todo era milimétrico, todo estaba planificado “ad nauseam”, a pesar de lo cual ofrecía una impresión de ligereza, de aplastante frescura, de aérea levedad.

El espantapájaros fue uno de aquellos cortos de aprendizaje pero también ya con destellos geniales; cuenta la historia de dos hombres que viven juntos en una granja (extraña pareja: hoy día ello supondría indudablemente una determinada condición sexual de ambos, pero en aquellos tiempos esto ni se planteaba), acondicionada con tal ingenio que les permite hacer las siempre enojosas tareas del hogar con una serie de artilugios mecánicos que recuerdan al posteriormente famoso Dr. Franz de Copenhague, que divirtió nuestros años mozos en los años cincuenta y sesenta con sus enrevesadas maquinarias en las viñetas del TBO español.

Estos dos granjeros excelentemente avenidos en su casita mecánica beben los vientos por una mozuela cercana, por la que compiten en hacerse de sus favores. Esa competición tendrá que salvar el obstáculo del padre de la bella, y ya de paso otros hándicaps, incluido uno canino, no menos complicado.

El filme se articula sobre tres secuencias: la primera, en la que vemos a los dos granjeros en su casa y asistimos a la divertida presentación de todas sus tareas domésticas y cómo todas ellas están mecanizadas con sorprendentes aunque simples cachivaches, a años luz, por supuesto, de la informática, pero ni siquiera acercándose a los ingenios de un Tati en Playtime o, en un estrato de calidad fílmica muy inferior, a los mecanismos electrónicos de un Mariano Ozores en la cocina de ¡Cómo está el servicio!

La segunda secuencia se centra en la persecución que un perro con malas pulgas realiza de nuestro protagonista, que habrá de aviárselas, con imaginación pero también a base de piernas, para evitar ser objeto de las fieras dentelladas del can. Y la tercera secuencia, ya como desenlace, gira en torno a la decantación de la joven por nuestro protagonista y los problemas que tendrá la pareja para conseguir su más ferviente deseo, que no es yacer en coyunda pecaminosa, como diría el clásico, sino la más casta de casarse, aunque sea pasado por agua (cura incluido).

El conjunto es compacto, y el hecho de que convivan esas tres situaciones no menoscaba en absoluto su unidad. Es cierto que Keaton afinará aún más, como director (acompañado aquí por Eddie Cline, su colega más habitual en esta tarea), en su filmografía posterior, sobre todo en los mediometrajes y largometrajes citados, pero aquí ya estaba el germen de su grandeza, el embrión de su extraordinaria aportación al cinema, este Pamplinas, como fue conocido en España, que en absoluto era un pamplinas (lo que cambia una mayúscula, un nombre común de un nombre propio…).

Género

Nacionalidad

Duración

19'

Año de producción

Trailer

El espantapájaros - by , May 15, 2013
4 / 5 stars
La extraña pareja