El golpe fue uno de los grandes títulos comerciales de los años setenta, un film hecho en estado de gracia por un cineasta, George Roy Hill, que pocos años antes había hecho otra película mítica con la misma pareja protagonista, Paul Newman y Robert Redford, Dos hombres y un destino (1969), uno de los últimos westerns que se pueden llamar verdaderamente clásicos, sin por ello carecer de un evidente tono moderno, aunque no infectado por el ya entonces omnipresente espagueti-western. Es curioso, porque entre ambas películas Roy Hill hizo la adaptación al cine del clásico de ciencia ficción Matadero 5 (1972), según la novela homónima de Kurt Vonnegut, absolutamente en las antípodas tanto de El golpe como de Dos hombres y un destino.
Tras El golpe, Roy Hill tuvo una carrera decreciente, con algunos éxitos menores como El desafío de las águilas (1975), de nuevo con Redford, El castañazo (1977), de nuevo con Newman, para terminar como adocenado director de encargos como Un pequeño romance (1979) y la lecarriana La chica del tambor (1984), antes de empezar a tener problemas con el Parkinson y tener que retirarse precozmente.
El golpe se convirtió instantáneamente en un clásico del cine de estafas, poniendo en imágenes, con un ingenioso guion de David S. Ward, un alambicado timo, en una historia ambientada en el Chicago de mediados de los años treinta, cuando el país aun se recuperaba del desastre del Crack del 29. En ese contexto, Hooker es un pequeño timador que, tras haber sido duramente herido por el asesinato de su colega Luther, decide seguir el consejo de este y asociarse con un bragado estafador, Gondorff; la relación entre ambos, de entrada, no es especialmente buena, pero pronto coinciden en la necesidad de cobrarse venganza de Lonnegan, el criminal gángster que ordenó la muerte de Luther. Así comienzan a trazar un sofisticado complot, con decenas de figurantes y una muy trabajada trama, en la que la codicia del mafioso será el señuelo, para que el “primo” no sospeche que va a caer en una trampa con todos sus avíos...
Gran película, que se ve con mucho agrado, espléndidamente puesta en escena por un cineasta al que este tipo de historias con amistades masculinas le iban perfectamente, y cuyo muy pulido guion le sirve de excelente base para una de esas películas que todos recordamos. Inolvidable la música, con ese tema principal que evoca el ragtime The entertainer, de Scott Joplin; estupenda también la fotografía de Robert Surtees, urbana y “vintage”, muy en la línea retro (como se decía entonces) que se llevaba a mediados de los años setenta, y cuyo culmen fue precisamente otro film con Redford, El gran Gatsby (1974).
En cuanto a los intérpretes, Newman y Redford están notables, y no digamos Robert Shaw, en un inolvidable papel de villano que el actor inglés realmente bordó. El film consiguió, muy merecidamente, 7 Oscars de la Academia de Hollywood, entre ellos los de Mejor Película, Dirección y Guion, aunque curiosamente ninguno para sus estupendos actores. En el apartado comercial, multiplicó por más de 30 su presupuesto, lo que da idea del formidable “hit” de taquilla que supuso.
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