Allá a finales del siglo XX, Felipe González, a la sazón entonces presidente del gobierno de España, en una época en la que se encontraba acosado periodística y judicialmente por el llamado caso GAL (en el que, según sentencia judicial firme, algunos altos dirigentes de la administración socialista de aquellos años habían montado una trama para hacer frente al insoportable terrorismo de ETA), acuñó una frase lapidaria que viene que ni pintada a esta película (también a cualquier otra “de espías”): el Estado se defiende tanto en los salones como en los desagües…
Pues en los desagües, en las cloacas del Estado, es donde se ambienta esta adaptación de la novela de John LeCarré, seguramente el escritor de historias de espionaje más famoso y popular de nuestra época. Finiquitada (Deo gratias) la era de la Guerra Fría, que tan buenos réditos dio al escritor inglés durante la segunda parte del siglo XX, LeCarré, con buen criterio, ha variado sus escenarios, sus tramas, y ahora las ambienta en lo que es el caldeado ambiente de los espías en escenarios tales como la guerra antiyihadista, tras las sucesivas masacres de, entre otras ciudades, Nueva York, Madrid y Londres.
El hombre más buscado se ambienta fundamentalmente en Hamburgo, ciudad que, si hay que creer a sus fautores, es actualmente uno de los lugares más calientes en la lucha antiterrorista. En ese escenario alemán, un espía de una agencia que ni tiene nombre ni supuestamente existe, localiza a un ruso (checheno, para ser exactos) que ha aparecido en la ciudad como por arte de magia, y que parece puede ser una pieza del terrorismo fundamentalista islámico. Las sucesivas averiguaciones lo sitúan en otra escala, pero entonces se concibe la idea de utilizarlo como forma de hacer caer a un sospechoso de estar financiando, sotto voce, a la insurgencia yihadista mundial (léase Al Qaeda, Estado Islámico et alii).
Dirige Anton Corbijn, que ya nos sorprendió gratamente por su mirada anticonvencional sobre el cine de espías en su anterior El americano. El cineasta holandés, que hasta ese título nada tenía que ver con este cine de intrigas, misterios y personajes faltos de escrúpulos, donde las zancadillas y las trampas están a la orden del día, sin embargo se revela como un director con buen pulso narrativo, notables ideas visuales y, sobre todo, una visión puramente cinematográfica: de Corbijn se podrán decir muchas cosas, pero no que sea un pulcro ilustrador de un guión (para eso ya están otros…).
Es cierto que la primera parte es algo más floja, mientras nos enteramos de quién es este refugiado checheno, de su profunda religiosidad y de cómo el innominado servicio secreto alemán le coge las vueltas para utilizarlo en su provecho. Pero hacia mitad de la película Corbijn alza el vuelo y la historia cobra una fuerza y una pujanza, también una verosimilitud, como no es habitual en el cine de espías. Además, en contra de lo que suele pasar con estas ficciones ambientadas en los procelosos escenarios hollados por los servicios de inteligencia, aquí la trama se sigue perfectamente, como si ni LeCarré, ni el guionista australiano Andrew Bovell (por cierto, autor del espléndido guión de Lantana), ni por supuesto Corbijn, tengan intención, como tan frecuente es en este género, de liar al espectador, de hacerle ininteligible lo que no debería serlo.
El hombre más buscado, entonces, resulta ser una entonada historia de espías, otra más, aunque no del montón, de ese tipo de cine que se localiza “en los desagües del Estado”. Qué duros tiempos estos en los que se mata en nombre de la democracia, de la libertad, como antes (aún hoy) se mataba, se mata en nombre de Dios, de cualquier dios. Poco hemos avanzado si seguimos creyendo que la seguridad de muchos depende de la vida, del dolor, de la muerte, de algunos.
Philip Seymour Hoffman vuelve a dar una lección de interpretación: creo que jamás le perdonaré que se quitara la vida y, con ello, nos haya hurtado la posibilidad de disfrutar de su inmenso arte todavía durante veinte, treinta años, los que hubiera dado de sí en una vida normal. Entre los secundarios me quedo con Robin Wright, que compone una agente de la CIA de varias capas; y no estamos hablando de prendas de vestir…
(19-09-2014)
122'