Los Coen parecen retomar el pulso tras su anterior y (semi)fiasco, O brother, ambientada en la Gran Depresión, y que no terminó de convencer ni a tirios ni a troyanos, sin por ello ser un film deleznable. Este El hombre que nunca estuvo allí nos los traen en forma, en una historia de nuevo de época, ahora a finales de los años cuarenta, con deliberado aroma de cine negro pero con el habitual tono personal de estos dos hermanos que parecen gemelos, sin serlo, por su forma de hacer cine al unísono.
Como ya hicieran en films notables como Muerte entre las flores o Barton Fink, Joel y Ethan Coen imaginan una historia "retro" en la que la palabra imposible no está en sus esquemas: barbero silente y adusto descubre que su mujer le pone los cuernos con su jefe, y concibe sacar partido económico de ello; pero todo se desboca y mata casi accidentalmente al amante de su mujer, que resulta acusada del homicidio. A partir de ahí casi todo es surrealista...
No importan las incursiones de supuestos platillos volantes, en realidad indagaciones cuasi oníricas en la mente de este americano impasible, ni las fintas de un guión quizá en exceso interesado en resultar original; lo mejor es esa atmósfera de cine negro sin serlo, de homenaje/parodia de un género hermoso y noble que murió, al menos como se concebía entonces, a finales de los años cincuenta.
Con referencias tan dispares, teóricamente, como Perdición, La noche del cazador o la mismísima Lolita (de Kubrick, se entiende, no el engendro de Adrian Lyne), el filme de los Coen no sería lo mismo sin el rostro impenetrable, adusto, pero a la vez inmensamente comunicativo de Billy Bob Thornton, en otra de sus impecables composiciones, buscando, quizá, emular a Lon Chaney en el calificativo de "el hombre de las mil caras", y eso sin hacer cine de terror, que ya tiene mérito...
(30-04-2002)
118'