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Bernabé Rico (Sevilla, 1973) es un productor, guionista y director andaluz que, tras varios cortometrajes, ha debutado en el largo de ficción con esta El inconveniente, adaptación al cine de la obra teatral 100 metros, de Juan Carlos Rubio, que firma el guion junto a Rico. La relación profesional entre ambos data de, al menos, el rodaje de Las heridas del viento (2017), dirigida por Rubio sobre su propio texto teatral, film que le produjo Bernabé Rico a través de su productora Talycual. Ahora es Rico quien se adentra en otro texto de Rubio, y se puede decir que, a nuestro parecer, el resultado ha sido satisfactorio.
La acción se desarrolla en nuestros días, en Sevilla (antes de la pandemia, eso sí...). En ese ámbito geográfico, conocemos a Sara, agresiva ejecutiva, directora de una agencia de seguros especializado en el ramo “vida”, que visita un piso guiado por Óscar, un parlanchín agente inmobiliario que le enseña una vivienda de 100 metros útiles en el barrio de Los Remedios, el barrio de la gente riquita de Sevilla. La vivienda es ideal, amplia, soleada, con excelentes vistas a la ciudad, pero tiene un “inconveniente”, y es que se vende (a mitad de su precio real, eso sí) a condición de no ser ocupada hasta que no fallezca su actual propietaria, Lola, una señora largamente septuagenaria con 3 bypass implantados en el corazón, por lo que se presupone que la espera no será larga. Cuando Sara y Lola se conocen, lo cierto es que al principio la relación no puede ser más nefasta...
El inconveniente juega la carta, que ciertamente no es novedosa, de la comedia de opuestos; pero, claro está, el hecho de que se utilice un recurso temático ya más que conocido no significa que este no pueda funcionar, y aquí funciona. Por supuesto también, nadie pida sorpresas (más allá de algún giro de guion final que después comentaremos), porque todos sabemos, incluso antes de empezar la peli, que ambas mujeres, que son como el agua y el aceite, terminarán siendo más amigas que Thelma y Louise (a las que por cierto, se alude en un momento del film, parafraseándolas como “Pelma y Louise”...). Entonces la gracia estará en cómo desarrollar la trama para que, de tías que no se pueden ni ver, terminen siendo entrañables amigas hasta la muerte.
Rubio en su obra, y Rico en su trasposición al cine, optan por la mejor de las soluciones: buenos diálogos, situaciones que poco a poco van limando asperezas entre las mujeres, acercamiento mutuo a sus propias vidas personales, interviniendo cada una de ellas, velis nolis, en los conflictos sentimentales con sus respectivas parejas o exparejas.
Y eso que los caracteres no pueden ser más opuestos: Sara, la joven, 39 años, ejecutiva dura y seca, inflexible en su trabajo, cortante, sarcástica, rígida y estricta hasta decir basta (aunque se salta las normas cuando le conviene...), está sin embargo escasa de cariño; casada con Daniel desde hace 8 años, el distanciamiento entre ambos es notorio, y el movimiento de comprarse una casa obedece precisamente a la posibilidad, que la mujer baraja, de romper el matrimonio. Por su parte, Lola, con setenta y muchos años, separada por el acreditado procedimiento del “te echo de casa con lo puesto”, al ser engañada por su marido 30 años atrás, es vieja, natural, dice lo que le da la gana sin ningún tipo de afectación, vive y fuma como un carretero, quizá consciente de que le queda poco de vida y, por eso mismo, deseando vivir a tope lo que le reste. La joven además pertenece a la clase alta sevillana (aunque su acento, un castellano neutro, no se corresponda con el que se usa en la capital andaluza, habiendo modificado Acosta su originario acento colombiano para la ocasión), gente estirada y tirando a imbécil, mientras que la vieja parece ser de clase media o media-baja (aunque no se entiende cómo posee esa vivienda en el barrio riquito por antonomasia de la vieja Híspalis...), o al menos así se comporta.
La aproximación entre ambas, entonces, viene dada, como comentábamos, por la implicación de cada una de ellas, sotto voce, en la vida de la otra, casi sin pretenderlo, quizá porque ambas, en el fondo, están necesitadas de alguien que las escuche y las comprenda (o las reprenda, que es también otra forma de comprensión). Con buen criterio, no se trata de una lección de vida que da la vieja a la joven, no estamos ante un aprendizaje unidireccional, en el que Lola es la vieja sabelotodo que enseña a vivir a la joven, sino que el conocimiento de cada una de ellas discurre en ambas direcciones; al fin y al cabo, se dicen entre ambas las verdades del barquero, y eso las aproxima.
La dirección de Rico es clásica, correcta, sin extravagancias, discreta, con una sencillez elegante, sin aspavientos, siempre al servicio de la trama, apoyándose, como decíamos, en unos buenos diálogos, brillantes, bien armados, con inteligentes toques irónicos, en especial los puestos en boca de Lola, que es como la voz de la sabiduría popular, diálogos llenos de sociología parda, de filosofía de la calle, de la que no se estudia en las escuelas, mucho menos en las instituciones privadas en las que (se intuye) se formó la envarada Sara. La vieja es lenguaraz, parlanchina, desarmantemente natural, estrafalaria en su vestimenta, desaliñada, le importa todo un comino, y sus líneas de diálogo participan de esas mismas características: sencillez, sabiduría popular, sentido común; frente a ella, los aires de superioridad de la joven, que se cree mejor, como todos los de su clase, irá modificándose progresivamente, conforme se vaya produciendo el acercamiento entre las dos mujeres, finalmente mucho más parecidas (al menos en la falta de afectos) de lo que inicialmente parecían, dos almas solitarias condenadas a entenderse. Estamos entonces ante un interesante retrato femenino de dos caracteres muy distintos, sin embargo de alguna forma complementarios.
Gusta que Rico opte por no darnos la tópica y típica imagen de la Sevilla de postalita; aunque aparecen incidentalmente la Giralda y la Torre del Oro, no apreciamos intencionalidad turística; gusta también que, a cambio, presente edificios de Sevilla generalmente poco vistos en cine y televisión, como la Torre Pelli (bueno, vale, la Torre Sevilla, que es como oficialmente se llama...) o los puentes nuevos construidos a raíz de la Expo’92. Opta Rico, en ese intento por no hacer la clásica película “en Sevilla”, por darnos algunas imágenes de la ciudad fijándose en ángulos insólitos o poco vistos,
Unos giros de guion de corte melodramático, ya en el último tramo del film, parecerían en principio un tanto discordantes del tono de suave humor negro que, en general, recorría hasta entonces la trama, pero deben entenderse como necesarios para que la aproximación termine de plasmarse en la entrañable amistad que finalmente cuaja entre ambas, cuando cada una de ellas haya tenido que pasar por el duro trance de temer un trágico desenlace en la vida de la otra.
La película es, en buena medida, sus actrices protagonistas, con clara ventaja para Kiti Mánver, que está maravillosa, como siempre. No es que Juana Acosta esté mal, pero al lado de la malagueña, inevitablemente, palidece su actuación. Del resto nos quedamos con la maestría de un José Sacristán que, en apenas seis o siete minutos, deja huella de su formidable impronta. En cuanto a la banda sonora, hay una interesante utilización del Venecia sin ti, el mítico tema de Aznavour, que se llega a escuchar hasta en tres versiones en la cinta.
En resumen, una película agradable, en el fondo con un evidente sentido humanista, que habla del cariño que puede nacer incluso entre personas tan contrapuestas. Eso sí, hemos estado tentados de incluirla en el género “fantástico”, porque eso de que nieve en Sevilla resulta ser aún más imposible que lo hiciera en Benidorm...
(01-01-2021)
94'