Pelicula:

Esta película se pudo ver en la Fnac de Sevilla, dentro del ciclo Una mirada documental que dirige y coordina el crítico Miguel Olid.

Allá por 2004 publicamos en CRITICALIA el artículo titulado ETA: demasiada sangre para tan poco celuloide, en el que glosábamos lo poco que había reflejado el cine el abyecto terrorismo etarra, que por aquel entonces llevaba 36 años matando, extorsionando y haciendo la vida imposible a los ciudadanos vascos y al resto de los ciudadanos españoles. Lo cierto es que cuando se escriben estas líneas, en 2017, el panorama en cuanto al terrorismo etarra ha variado sustancialmente: la banda anunció en 2011 el cese definitivo de lo que ellos llamaban “actividad armada”, lo que ha propiciado un período de paz en aquella tierra (y en el resto de España, por supuesto) como no recuerdan los más viejos del lugar.

Pero en cuanto a la incidencia del terrorismo etarra en el cine, lo cierto es que sigue siendo menguada, sobre todo si tenemos en cuenta el enorme daño físico y moral que infligió a la sociedad durante algo más de cuarenta años. En ficción algún título aislado, como Todos estamos invitados (2008), de Manuel Gutiérrez Aragón, y, en clave humorística, Fe de etarras (2017), de Borja Cobeaga, y poco más. Ahora, con el éxito editorial de la novela Patria, de Fernando Aramburu, que se va a llevar a la televisión en formato de miniserie, parece abrirse una puerta a que los medios audiovisuales traten este tema que, como la Guerra Civil Española, es también nuestro western, y donde se pueden contar mil y una historias.

En el terreno del documental sí se ha hecho algo más, y buena parte de ello de la mano del guionista, director y montador bilbaíno Iñaki Arteta, que se dio a conocer fundamentalmente a partir de su interesante Trece entre mil (2005), documental que ponía en pantalla a trece de las casi mil víctimas mortales que en aquella época ya había causado ETA. Ese documental se reputó la respuesta constitucionalista al también documental La pelota vasca. La piel contra la piedra (2003), la controvertida obra de Julio Medem, de tintes más abertzales.

Tras esa Trece entre mil, Arteta realizó, tres años después, este nuevo documental, El infierno vasco, que contaba la experiencia de algunos de los doscientos mil vascuences que, según se calcula oficiosamente, han abandonado Euskadi en los últimos 40/50 años, como consecuencia ya sea de la presión social, el peligro de atentados, el aislamiento al que fueron sometidos por sus convecinos, o todo ello junto. Arteta, con su habitual coguionista Alfonso Galletero, plantea el documental como una serie de entrevistas con esas personas que se vieron obligados en un momento de su vida a salir de Euskadi, por su bien y, con frecuencia, por el de sus familias, a las que no quisieron hacer correr el peligro que ellas corrían. Las entrevistas se entreveran con imágenes documentales de atentados y recortes de prensa de la época, alusivos a esos bárbaros asesinatos.

Habrá gente conocida, como Agustín Ibarrola, Mikel Azurmendi, Carmen Gurruchaga, Consuelo Ordóñez o Jaime Larrínaga, pero también otros muchos desconocidos, anónimos, algunos incluso ocultando su rostro: hasta ahí llega el comprensible miedo a la terrible hidra terrorista. Habrá también profesionales de todo tipo: periodistas, empresarios, curas, jueces, abogados, profesores, concejales, ertzainas, familiares de víctimas directas... Todos cuentan cómo, a partir de un determinado momento, las circunstancias se volvieron tan insoportables que tuvieron que dar el paso de salir de su tierra; algunos muy cerca, a Cantabria, a escasos 100 kilómetros; otros, saltando el charco, hasta Estados Unidos; otros muchos a destinos de lo más diverso: Madrid, Valencia, Segovia, Barcelona, Burgos, Palencia, Ávila, Andalucía... Todos resistieron lo que pudieron, aunque sentirse, literalmente, en la diana de ETA, o bajo coacción de la banda armada para que pagaran el llamado “impuesto revolucionario”, o su domicilio (con sus hijos dentro) atacado con bombas caseras, les obligaron, finalmente, a dar el paso que no querían.

Aunque Arteta no es un cineasta exquisito, como parece obvio ante la visión de este por lo demás necesario documental, esa falta de estilo y una cierta reiteración no reduce el interés de este film, cuya visión debería ser obligada en escuelas y universidades, para que sepamos de primera mano hasta qué punto una ideología abyecta, un nacionalismo exacerbado, una cobardía de la sociedad, puede hacer que su propia gente tenga que huir hacia territorios más amables, que no les hagan pensar permanentemente que cualquier día puede ser el último de sus días.



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105'

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El infierno vasco - by , Jan 30, 2018
2 / 5 stars
Un puñado entre doscientos mil