El estreno en España del filme protagonizado por Eduardo Noriega El Lobo, la adaptación al cine de la verídica historia de un topo de la Policía Española infiltrado en la banda terrorista ETA en los años setenta, ha puesto de actualidad la forma en que ha tratado el cine de nuestro país ese sangriento fenómeno que supone la llamada "Euskadi ta askatasuna", en español "País Vasco y Libertad", más conocida por sus siniestras siglas de ETA. Más de ochocientos muertos, decenas de secuestros, miles de empresarios y profesionales extorsionados por el mal llamado "impuesto revolucionario" (que no es sino un chantaje mafioso) y decenas de miles de actos de "lucha callejera" (las comillas no son inocentes...; me niego, por supuesto, a utilizar su mismo lenguaje, esa "kale borroka" que nos conduce hasta donde ellos quieren) es el macabro balance de una organización nacida en los años sesenta, amamantada en ubres tan ultras como el Partido Nacionalista Vasco y los seminarios euskaldunes, que, si alguna vez pudo tener razón de ser como oposición a la represión franquista, hace ya muchos años, desde la muerte de Franco al menos, que carece de legitimidad alguna.
Sin embargo, este fenómeno aberrante que viene enturbiando la vida de los españoles desde hace treinta y seis años (su primer asesinato data de 1968) apenas ha tenido una repercusión proporcional en la gran pantalla. Poco más de media docena de films se han ocupado del tema, una cosecha que se antoja escasísima para tanto dolor. Curiosamente, la primera vez que aparece la banda terrorista en pantalla será en 1977, dos años después de la muerte de Franco, cuando ya se puede tocar este tema en el cine, hasta ese momento un tabú total. Más curiosamente todavía, el honor de ser el primero en abrir el fuego sobre este tema en cine es para un cineasta de poca monta, José Luis Madrid, un hombre especializado en dirigir films de subgénero, desde espagueti-western hasta terrores de serie Z. Él sería, sin embargo, el primero en llevar a la pantalla el magnicidio del presidente Carrero Blanco en Comando Txikia. Muerte de un presidente, con escaso éxito y menos talento. Al menos, eso sí, él fue el primero...
Ese mismo y percutante asunto, el asesinato de Carrero, sería llevado a la pantalla en 1980 por el italiano Gillo Pontecorvo (sí, el autor de la en su momento tan celebrada La batalla de Argel) en Operación Ogro, de bastante más calado que el film de Madrid, aunque tampoco fuera para tirar cohetes. Ese mismo año Imanol Uribe, que posiblemente es el que más ha tocado el tema, rueda El proceso de Burgos, sobre los etarras que, en 1970, fueron objeto de un juicio sumarísimo por parte del régimen franquista. Como una consecuencia quizá del anterior, un año después Uribe filma La fuga de Segovia, que ya entra más en el thriller que en el panfleto político, sobre la verídica historia de la evasión de un puñado de presos etarras fugados en los años setenta de la cárcel del título. Se abre entonces un período larguísimo, de trece años, sin ningún título que toque este lacerante tema, hasta que de nuevo Uribe en 1994 lleva al cine la novela de Juan Madrid Días contados, una historia de ficción, pero que parece tan cierta, sobre un etarra en una espiral de violencia.
En 1997 el también cineasta vasco Daniel Calparsoro, autor de Salto al vacío, toca el tema en A ciegas, la historia también de ficción de una terrorista etarra, horrorizada de su sangrienta profesión, que quiere dejarlo pero ello le supondrá entrar en una dinámica que no puede controlar. Curiosamente es el mismo tema de Yoyes, el largometraje que filmó en 2000 Helena Tabernas sobre la etarra María Dolores González Catarain, que tuvo la osadía de abandonar la banda terrorista, por lo que sería abatida delante de su propio hijo. Ya en este siglo XXI se han realizado tres films con temas relacionados con ETA: el primero es un documental, Asesinato en Febrero, dirigido por Eterio Ortega Santillana y producido por Elías Querejeta, que narra, con contenida emoción, el asesinato del diputado socialista vasco Fernando Buesa y de su escolta Jorge Díez. El mismo equipo Ortega/Querejeta repite en 2004 con Perseguidos, estremecedora crónica de los concejales llamados "españolistas", miembros del Partido Popular y del PSOE, auténticos héroes cotidianos que se ven obligados a contar con escolta permanente.
El Lobo (2004) es la última muestra, por ahora, de un tema que quizá no haya sido llevado más a la pantalla por lo doloroso que todavía sigue siendo. Tal vez cuando la violencia etarra se acabe (ojalá sea pronto), llegue el momento de reflexionar sobre ella y de llevar al cine algunos de sus momentos más impactantes y traumáticos: el secuestro de José María Ryan, ingeniero en Lemóniz, cuya muerte determinó al gobierno de la época a cerrar la central nuclear que se construía en aquella localidad vasca; el secuestro del funcionario de prisiones José Antonio Ortega Lara, un infierno que duró casi dos años en un zulo imposible; el aberrante atentado de Hipercor de Barcelona, donde murieron 23 personas; y, por supuesto, el secuestro y asesinato de Miguel Ángel Blanco, que provocaría una marea humana que, seguramente, ha propiciado el aislamiento social de un fenómeno que donde mejor estaría sería en los libros de Historia; de Historia de la Infamia, por supuesto...
Ilustración: Una imagen de la película El Lobo.