Lo tenemos dicho y escrito: cuando un cineasta con ínfulas se encarga de hacer un filme "de género", el resultado suele ser temible, porque el "autor" se siente llamado a dejar su huella en lo que no debería ser más que un humilde ejercicio de la modalidad cinematográfica que se le haya encomendado. Véase, por ejemplo, "Gosford Park", a la que Robert Altman desgració cuando quiso hacer una de Agatha Christie, rebozada en victorianismo, pero todo ello muy intelectual y culto: un bodrio. Algo de eso ocurre con esta segunda entrega de la que ya se adivina larga serie en torno al ex agente de la CIA Jason Bourne, el espía con amnesia y problemas de conciencia que se ha convertido en un rompecabezas para la agencia, aunque él sólo quiera recomponer su existencia y tener algo parecido a una vida normal. Aquí, tras la primera peripecia de la primera parte, "El caso Bourne", seguirá con los sueños fragmentados que le acosan, y además una oscura trama de intereses personales dentro de la CIA intentará matarlo, sin conseguirlo, pero sí a su novia.
Movido por la venganza, pero también con el deseo de descubrir a sus atacantes y acabar con la trama que le emponzoña la vida, el agente tendrá que poner un cebo para que piquen sus supuestos cazadores. A partir de ahí se irá desenrollando la madeja de un atroz asesinato cometido por él, desencadenante de su amnesia y de todos los males que más tarde le aquejaron. Pero lo malo es que el director, Paul Greengrass, un neófito con algún que otro título de cine independiente, ha querido hacer una especie de cine de acción bajo los postulados Dogma, o al menos en lo que se refiere a las escenas de violencia. Así las cosas, la cámara no se queda un momento quieta, y el montaje ultrarrápido tampoco ayuda a que el espectador pueda, mínimamente, seguir qué es lo que está pasando en la pantalla. Hay una especie de montaje sincrético que pretende dar una idea de los golpes y mamporros que da el personaje, de las tremendas persecuciones de coches que, sin embargo, no lucen suficientemente porque están demasiado embarulladas y editadas con demasiada rapidez: marea verla, y con eso queda todo dicho. Así que un filme que debería ser un mero entretenimiento se convierte en un experimento intelectualoide de supuesta creatividad visual, confuso desde el punto de vista argumental, como si todo el cine de espías tuviera necesariamente que serlo, y poco atractivo desde una perspectiva meramente de diversión, aunque los pingües resultados en taquilla parecen desmentir esta afirmación; a lo mejor es que el público lo que busca es eso, que lo aturdan, para no pensar...
El mito de Bourne -
by Enrique Colmena,
Sep 21, 2004
1 /
5 stars
Marea verla
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