Llega el film “serio” que de vez en cuando le place hacer a Jim Carrey, por aquello de si en una de éstas pilla a los académicos de Hollywood desprevenidos y le dan un Oscar… Maldades aparte, lo cierto es que en este caso Carrey no ha acertado. El número 23 es una intriga no precisamente bien urdida sobre el supuesto maleficio que rodea al susodicho número, a partir de la historia de un controlador de animales del ayuntamiento (vamos, lo que en España se ha llamado toda la vida de Dios un lacero…) que se verá inmerso en una pesadilla, cuando lee un libro en el que reconoce parte de su vida y otras más o menos veladas, y donde todo remite al famoso número vigésimo tercero.
Pero la narración es confusa, el ritmo cansino, las vueltas de tuerca con falsos culpables se suceden, y todo ello con la paranoia del dichoso 23. Todo parece servir al guionista para llevar el relato por donde quiere, aunque para ello tenga que retorcer la verosimilitud, dando entrada a cuestiones taumatúrgicas (ese perro que parece una especie de enviado divino o algo así) o atribuyendo al azar cuestiones fundamentales (como el encuentro del libro de marras por parte de la mujer del protagonista, en una ciudad gigantesca como Los Ángeles), sin las que no habría historia, ni por supuesto película. Ya sabemos que las carambolas forman parte de la vida, pero cuando se retuercen para que favorezcan los propios intereses, ya son otra cosa: entonces es un pie forzado y ya no te crees nada.
Sobre la numerología hay una amplísima bibliografía y se pueden hacer cosas interesantes (recuérdese, por ejemplo, la curiosísima Pi. Fe en el caos, de Darren Aronofsky). De hecho, a ráfagas, hay en esta El número 23 cierto tono entre evanescente y onírico (sobre todo en la recreación de la historia que cuenta el libro) que resulta más que atractivo. Sin embargo, resulta ser apenas un espejismo: el director, Joel Schumacher, nos tiene acostumbrados a un cine impersonal, donde a veces tiene toques atractivos (lo mejor suyo está en Última llamada y Asesinato en 8 mm, historias turbias donde las haya), pero generalmente está por debajo de esa línea, así que tampoco es raro que aquí se haya hecho un lío a modo.
Jim Carrey vuelve a demostrar que es un cómico que sabe hacer drama: Jim, no desesperes, que un día de estos los carcamales de la Academia igual te dan el Oscar…
(01-05-2007)
98'