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Florian Zeller (París, 1979) está considerado como uno de los más importantes dramaturgos galos de nuestro tiempo. Prodigio precoz, su primera novela la publicó con solo 22 años, siendo un éxito instantáneo, aunque donde su talento se ha revelado realmente notable ha sido en el teatro, con obras como L’autre, La verité, o la trilogía de la familia, formada por La mère, Le père y Le fils. Su obra teatral transita generalmente por los temas familiares, planteados en tramas en las que el propio pensamiento de los personajes, plasmado en imágenes sobre el escenario, puede tener una importancia capital en el desarrollo de los acontecimientos.

Zeller se acercó profesionalmente por primera vez a las artes audiovisuales como guionista de una TV-movie de Josée Dayan, Château en Suède (2008), aunque su relación con cine y televisión ha consistido mayormente en la adaptación por parte de otros de su obra teatral a esos medios, en films como La verité (2011), sobre su pieza homónima; Floride (2015), sobre su obra Le pére; y No molestar (2016), sobre su comedia Une heure de tranquillité, entre otras. Ahora Zeller da el paso de saltar a la dirección cinematográfica, y lo hace sobre seguro, adaptando su propia obra Le père, quizá la más agradecida para un cineasta; también el salto ha sido con red al contar con Christopher Hampton como guionista, siendo este también dramaturgo como él, además de experto libretista y director exquisito (recordemos Carrington, por ejemplo).

La historia se ambienta en Londres, donde conocemos a Anthony, un octogenario que vive solo, aunque con los cuidados de su hija Anne, quien le visita diariamente y tiene contratada a una enfermera profesional para atenderlo; sin embargo, Anthony, que cree que no necesita a nadie, ha hecho que la enfermera se despida tras ser insultada por él. Anne le dice a su padre que se va a marchar a París para vivir con un hombre al que ama, y el anciano cree que se va a quedar solo, aunque en su mente, cada vez con mayores lagunas, piensa que se puede valer perfectamente por sí mismo. Poco a poco, realidad e imaginación se mezclan en la vida de Anthony: su hija, su cuidadora, su yerno... todos podrán ser a la vez conocidos y perfectos desconocidos, pueden mudar de aspecto, de carácter, de forma de expresarse...

El padre, claro está, trata de ese tiempo en la vida del ser humano, en la ancianidad, en la que la cabeza se puede ir perdiendo, como se decía pesarosamente cuando éramos niños. Ahora se habla de la enfermedad de Alzheimer o de otros nombres extraños, que seguramente definen científicamente mucho mejor la dolencia que, sin embargo, es vieja como el mundo, vieja como los viejos, la de la cabeza que ya no rige, que ya no es capaz, por una progresiva degeneración neurológica, de pensar con claridad, de expresarse adecuadamente, de (re)conocer a quienes han formado íntima parte de su vida. Sobre ese tiempo doloroso, para el afectado y para los que le aman, va este El padre, primorosamente guionizado por Hampton, y al que Zeller, sin ser un experto realizador, ha sabido llevar a la pantalla sirviendo al texto y a los actores, sin preocuparse demasiado (la fuerza de los diálogos lo hace innecesario) por “airear” la trama, que se desarrolla prácticamente en todo momento en el piso donde vive Anthony, el protagonista, o en todo caso en interiores de establecimientos sanitarios o geriátricos.

Zeller, como decimos, es un hombre de teatro en su primera experiencia en la puesta en escena cinematográfica, y se puede decir que ha aprobado con nota: no se le aprecian los típicos errores de los novatos, quizá porque, hombre inteligente, ha optado por trasladar la obra utilizando solo recursos audiovisuales, convirtiendo su pieza escénica en una pequeña película de cámara, un poco a la manera en la que podría haberla filmado un Woody Allen en su vertiente dramática.

Tiene El padre varios puntos de especial interés, como el hecho de que la visión que se nos presenta es la del padre, la historia está vista desde dentro de su mente, de tal manera que, conforme van avanzando sus desvaríos, se nos ofrecen también en pantalla esas confusiones, esos rostros que se intercambian, esas situaciones que parecen bucles, esos temas recurrentes, como el reloj del protagonista que permanentemente cree que le ha sido robado, lo que le hace repetidamente preguntar “¿dónde está mi reloj?”, ese desconcierto de quien se siente naufragar donde antes todo era meridianamente claro. Otra de las bazas en las que se apoya hábilmente Zeller son los intérpretes, con un Anthony Hopkins que, como esperábamos, está extraordinario en el personaje central, a la vez fuerte, o aparentemente fuerte, y sin embargo desvalido, zarandeado por el dedo del destino que ha decidido ir borrando, poco a poco, cuanto era, cuanto ha sido. También el resto del reparto resulta sobresaliente, en especial Olivia Colman, esa formidable actriz que puede pasar de interpretar a monarcas (ha sido la reina Ana en La favorita y la reina Isabel II en The Crown) a ser esta atribulada hija de clase media que se debate entre la atención personal a su padre progresivamente senil y llevar adelante su propia vida.

Obra adulta, madura, sobre ese momento por el que pasaremos todos (y si no pasamos, casi peor...), no da soluciones porque esa no es su tarea, y porque seguramente no existe una solución mágica, ni siquiera satisfactoria para todos. Zeller plantea el tema, y es el propio tema a la vez el medio y el fin, y su desenlace, por supuesto, es el esperable, que no previsible. Tiene el film también la valentía de presentar en un medio de masas como el cine una temática, la de la progresiva senilidad, que no es precisamente un asunto agradable para una sociedad que, con frecuencia, considera que no tocar un problema hace que no exista. Pero existe...

(30-12-2020)


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97'

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El padre (2020) - by , Jun 27, 2021
3 / 5 stars
¿Dónde está mi reloj?