Al término de los años ochenta, el imperio Disney decidió contraatacar. Y tras reorganizar sus divisiones y adaptarse a los nuevos tiempos, la Walt Disney Pictures volvió, en el primer lustro de los años noventa, a ejercer como monarquía absoluta en el mundo de los dibujos animados.
Con una misma impronta y estilo, pero al mismo tiempo con grandes variaciones argumentales, los últimos largos disneyanos han cuidado su diseño, sus bandas sonoras, sus lanzamientos publicitarios, y han usado de algo tan importante a la hora de hacer mercado como es la inercia de la marca. El simple sello Disney asegura éxito, taquilla y miles de millones, sea cual sea el contenido del producto.
En esta ocasión, la factoría ha vuelto tras varias décadas a contar una historia en la que no participan los seres humanos, y olvidándose de adaptaciones de cuentos clásicos y famosos, ha preferido optar por una historia original. Con no pocas reminiscencias argumentales de Bambi, esta El rey león supone un fuerte cambio respecto a su antecesora, Aladdin, repartiendo la importancia de los personajes, equilibrando la narración y evitando el efecto vampírico que el personaje del Genio tenía en aquella.
Aquí, bajo su envoltura infantil y su fuerte componente musical (de tintes románticos además de afros y tropicales), se nos hace una sutil apología de la monarquía hereditaria, un estudio del efecto traumatizante de la orfandad y una lección del equilibrio ecologista, no exenta de ironía y humor, con chistosas alusiones a la “cadena alimenticia”.
Como siempre en la Casa Disney lo mejor son los personajes secundarios, y frente a la solemnidad del protagonista Simba y su padre Mufasa, hay toda una galería de criaturas ingeniosas, desde el malvado tío al viejo mono que hace de asesor real, las hienas, el gordo jabalí y una especie de comadreja histérica que le acompaña.
Entre unos y otros, en armonía y equilibrio, con un dibujo preciosista de inspiración africana y un ritmo narrativo muy cuidado en sus altibajos emocionales, El rey león es otro exponente más de la habilidad y sabiduría que los hombres de la factoría Disney derrochan para no perder su cetro absolutista en el reino de la animación mundial.
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