Hay algo obsceno, o al menos irritante, en el hecho de que cualquier película comercial que se precie deba durar, al menos, la hora y media de rigor. Hay películas que requieren mucho más de ese formato estándar, y normalmente no suele haber problema al respecto (al menos siempre que no exceda de las dos horas y media, como mucho; a partir de ahí, la cosa se complica); pero cuando la cuestión es que dure menos, entonces sí que nos encontramos ante obstáculos insalvables. En el caso de este “Ellos”, con duración exigua, sólo 77 minutos, lo cierto es que en puridad debería haber durado menos todavía, porque es evidente que le sobran bastantes minutos. Claro que, si su metraje se correspondiera con sus reales necesidades como historia a contar, podríamos hablar perfectamente de 45 ó 50 minutos, y con eso no se va a ninguna parte, al menos en cuanto a distribución comercial.
Así las cosas, parece claro que este mediometraje alargado adolece, de entrada, de exceso de duración, y eso lastra la que en principio era una buena idea: un caserón a las afueras de Bucarest, donde viven una profesora francesa que da clases en el Liceo de la capital rumana, y su novio, un novelista que trabaja en casa. Una noche empiezan a oír ruidos alrededor de su casona, y entonces comienza el terror.
Lo curioso del caso es que los directores, Moreau y Palud, ya fogueados en el cortometraje y en la publicidad, tienen buenas ideas: el comienzo es percutante, con un caso anterior (en plan “Scream”) en el que una madre y su hija (estereotipo de la adolescente estúpida), de vuelta a casa en coche, tienen un pequeño accidente y después son asoladas por algo que en ningún momento da la cara, pero que las aterroriza. Esa secuencia, de poco más de cinco minutos, es realmente angustiosa, filmada desde la perspectiva de la hija dentro del vehículo (la madre ha desaparecido pronto, en una escena muy bien trabada), con algo que la ronda y que la sume en el pánico. Es el miedo a lo desconocido, sin caer en el típico susto del rostro apareciendo de repente en uno de los cristales del automóvil, lugar común del que difícilmente se libra el espectador cuando se produce el binomio terror/coche.
Después, ya en la casona en medio del bosque, hay toda una parte inicial interesante, cuando se empiezan a dar algunos indicios llenos de sutileza: ruidos extraños, risas raras; y la casa, que parece empezar a volverse contra sus moradores; recuerda, salvando las distancias que procedan, aquel extraordinario cuento de Cortázar, “Casa tomada”: efectivamente, la pareja protagonista irá replegándose en la casa, perdiendo habitaciones que los extraños, los “ellos” del título, van tomando, hasta verse encerrados en el último cuarto de baño de la casona. A partir de ahí, cuando los intrusos empiezan a ser visibles, el interés decae, porque el tono taumatúrgico, preternatural, que hasta entonces había impregnado la historia, degenera en lo que resulta ser un filme sobre psicópatas de lo más humano, si bien con características especiales que, lógicamente, no desvelaremos…
Esa parte final devalúa la película y los buenos comienzos, con ese escalofrío punzante que recorre la espina dorsal del espectador, y que es la prueba inequívoca de que se ha conseguido el objetivo de espantarlo, desaparece, convergiendo en veneros bastante más prosaicos: los asesinos, los pánfilos que intentan escapar, una huida hacia ninguna parte, con escenarios tópicos: el bosque, el subterráneo.
En fin, que “Ellos” podría haber sido bastante más interesante de lo que es si hubiera apostado por esa primera intención de jugar con el miedo a lo desconocido; cuando se pierde esa primigenia idea, la película se banaliza. No obstante, habrá que reconocer que la pareja de directores y guionistas, Moreau y Palud, tienen ideas estimulantes que (confiemos en ello) pueden dar mucho juego en el futuro.
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