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Pocos presidentes norteamericanos han dado tanto juego en cine y televisión como Richard Milhous Nixon, que ocupó la primera magistratura de la nación durante seis años, hasta que tuvo que dimitir de su cargo (único presidente hasta el momento de escribir estas líneas que lo ha tenido que hacer) por un escándalo de escuchas ilegales, el llamado caso Watergate, pero sobre todo por su reiterada mentira a los norteamericanos.

Sobre su vida se han hecho, entre otras obras, la película Nixon (1995), de ese cronista oficioso de la Historia USA que es Oliver Stone. Tangencialmente hay otros filmes que han tocado su figura, como El desafío: Frost contra Nixon (2008), e incluso como contexto histórico hay otro más que interesante filme, El asesinato de Nixon (2004).

Nixon y Elvis se vieron en el Despacho Oval de la Casa Blanca en Diciembre de 1970, supuestamente a instancias del divo, quien quería pedir la consideración de miembro de la DEA (la agencia estatal encargada de la lucha contra el narcotráfico). De aquel encuentro no hay datos fiables sobre como transcurrió, así que este filme no es sino una elucubración de lo que pudo haber dado de sí aquella entrevista entre dos personajes de lo más peculiar, el presidente más mendaz (en dura competencia con George W. Bush) de los Estados Unidos, y el que entonces era ya un auténtico mito, Elvis Presley, el Rey, el creador del rock'n'roll y contribuyente neto a que todo el conservadurismo meapilas del país durante los años cincuenta se fuera por el sumidero, alumbrando un nuevo mundo. No sólo fue él, desde luego: Beatles, Rollings, el movimiento anti Vietnam, los hippies, el Mayo Francés... pero él fue la clave de arco que dio pie a que los jóvenes consideraran que había un mundo que cambiar. Y lo hicieron, aunque el resultado quizá no se correspondió con lo imaginado.

Elvis contribuyó como nadie a ese nuevo mundo, pero años más tarde, quizá arrepentido de la caja de Pandora que había abierto, e imbuido del patrioterismo de plexiglás típico de las Fuerzas Armadas USA (en las que sirvió), intentó la patochada de ser investido como agente federal. No es la primera vez que el audiovisual afronta este evento: ya en 1997 se hizo una TV-movie titulada Elvis meets Nixon, bajo la férula de Allan Arkush, que colindaba directamente con la astracanada.

Los ex esposos Joey Sagal y Hanala Sagal y el actor Cary Elwes (los varones sin experiencia previa en el guión, la mujer sí, pero de escasa enjundia) consiguen enhebrar una historia interesante, imaginando que el chalado de Elvis (ya en esa fecha está claro que no debía estar muy en sus cabales) diera en hablar con Nixon (que evidentemente tampoco tenía todos sus tornillos muy firmes... poco después ordenaría las grabaciones en el cuartel general demócrata en el Hotel Watergate, y con ello labraría su ruina personal e histórica) y elucubrando sobre cómo se produjo el encuentro y qué se dijeron los dos hombres en el histórico Despacho Oval. Los guionistas juegan la baza del humor, de un humor que no busca la carcajada sino la sonrisa cómplice, y a fe mía que lo consiguen con frecuencia. No se nos da Historia, obviamente, sino una interpretación de lo que pudo haber pasado en aquel día de Diciembre de 1970 entre dos personas en principio tan antitéticas como el falaz presidente de furibunda ideología conservadora y el mito por excelencia del rock, una leyenda viviente que moriría siete años más tarde, ciego de alcohol y drogas y convertido ya entonces en una caricatura de sí mismo.

La directora, Liza Johnson, con una ya mediana carrera a sus espaldas como tal, aunque ciertamente sin ningún título hasta ahora relevante, consigue su mejor filme, una historia ahistórica pero con mimbres históricos, si nos permiten el casi calambur. Dirige con personalidad, juega la baza de los dos grandes intérpretes con los que ha contado, pero tambien deja sitio para una historia secundaria paralela, la del amigo de la infancia de Elvis, Jerry Schilling, posterior conseguidor de casi todo en su primera época gloriosa, que busca su propio camino y al que la llamada del mito casi le hará perder el amor de su vida.

Michael Shannon, notable actor, es sin embargo un error de casting: no tiene parecido físico alguno con el cantante nacido en Tupelo, y aunque su composición gestual y verbal (esa característica voz de bajo del artista) son sobresalientes, no se parece en ningún momento al ídolo. Kevin Spacey, adecuadamente caracterizado con afeites y peinado "ad hoc", compone un a ratos cómico Nixon, muy en línea con lo que se le pedía al personaje en esta comedia de leve base histórica en la que los guionistas han rellenado con su magín las lagunas que faltan en el insólito encuentro.

A pesar del tono de comedia irónica, aún tienen tiempo los guionistas y la directora para ofrecernos algunos momentos de genuino drama, como aquel en el que Elvis, hablando con su amigo del alma (excelente Alex Pettyfer), le dice que cuando él entra en una habitación, todo el mundo ve a Jerry, pero que cuando entra Elvis, nadie ve a ese chico de Memphis, Tennessee. El peso de la púrpura, la carga de ser un mito viviente: como Michael Jackson, como Marilyn Monroe, nadie està preparado para ser un dios en la Tierra...



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86'

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Elvis & Nixon - by , May 03, 2018
3 / 5 stars
Ese chico de Memphis, Tennessee