La cineasta argentina María Alché debuta en el largometraje con un tema difícil para ser una ópera prima, con esta película, cuya acción transcurre durante un caluroso verano en la ciudad de Buenos Aires, que evoca la vida de Marcela, una mujer de mediana edad, desubicada, con tres hijos, dos chicas y un varón más pequeño, y un marido frecuentemente de viaje, cuya vida da un giro importante cuando sucede la dolorosa pérdida de su hermana Rina. Con ella se va parte de su existencia y Marcela a partir de ese momento nota que su mundo se vuelve extraño y frágil, sintiéndose perdida en su propio hogar y en su entorno familiar más cercano, entrando en una especie de crisis interior.
Tiene que deshacer la casa que Rina ocupaba, encontrando en ese quehacer fotos y recuerdos que le llevan a evocar el pasado, la soledad y las relaciones familiares. Entre tanto llega a su casa Nacho, un joven amigo de una de sus hijas, con el que comparte conversaciones, pasean, hacen viajes juntos, y se le presentan visitas de personas desde el más allá: su madre, sus tías y una pariente loca que tenía un amante. Un día le llama un familiar que le pone en antecedes de la escritura de una tierra heredada que no vale nada realmente.
La cineasta argentina, que protagonizó La niña santa (2004) de Lucrecia Martel, que fue su debut en la pantalla como actriz con 21 años, se pone tras las cámaras y se pasa a la dirección con este su primer largometraje, con un drama femenino muy cotidiano y costumbrista, en el que no pasan grandes cosas y por momentos se pierde la noción del tiempo y del espacio, resultando algo aburrido.
Ya había abordado atmósferas surrealistas, derivaciones fantásticas, situaciones metafísicas y elementos oníricos en sus dos únicos cortometrajes que había dirigido, pero no tenía pensado tratar el tema de la muerte en su ópera prima. Sacó esta historia de la visión personal de lo que pasaba en su familia, cuando sus parientes iban muriendo uno tras otro, y se interesó en esa dinámica quedándose con este personaje, con el que explora más profundamente las distintas cuestiones relacionadas con el tema, en el que se dan cita los momentos cotidianos de cada día mezclados con lo fantasmagórico.
En La niña santa (2004) había compartido protagonismo con Mercedes Morán, lo que le llevó a pensar en ella para incorporar a la protagonista de Familia sumergida (2018), el de esta mujer que resulta un producto alterado de la pérdida de un familiar tan cercano como el de una hermana, tras lo cual la vida sigue con los que están vivos, marido, hijos, etc., lo que supone un proceso de adaptación que lleva tiempo, junto con un sentimiento de tristeza y de pena.
El personaje está inmerso en una crisis moral interna del que la actriz argentina Mercedes Morán sabe extraer todos los matices de esa mujer, con la mirada perdida, que trata de seguir la vida familiar, que percibe cada vez más una profunda insatisfacción en medio de esa atmósfera algo irreal.
Una buena parte de lo mejor de este film lo aporta la presencia casi exclusiva de una estupenda actriz como Mercedes Morán, que asume todo el peso de esta surrealista y fantástica historia, indescifrable por momentos, convirtiéndose en el corazón de la misma.
Es una cinta muy femenina, no sólo por el tema elegido sino también desde el punto de vista técnico, por la abundancia de mujeres en los distintos apartados de su realización.
91'