CRITICALIA CLÁSICOS
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En aquellos años setenta cualquier crítico que se preciara (al menos en Europa) tenía por costumbre tildar a Clint Eastwood de "fascista", sin que se cortara un pelo. La cosa venía de una película que rodó en 1971, Harry, el sucio (que tuvo cuatro secuelas), ya dirigida por Don Siegel, en la que el actor encarnaba a un policía de San Francisco cuyos métodos no eran precisamente ortodoxos ni piadosos con los delincuentes, poniéndolo en práctica con uno, Scorpio, que asesinaba a mujeres desde las azoteas, chantajeando con un fuerte rescate a las autoridades, para no seguir haciéndolo a diario. Perseguido por un helicóptero, logra escapar y sigue matando, y entonces es cuando encargan a Harry Callahan que lo capture o lo elimine. Y lo hace, por supuesto. Encima Clint era, y es, de ideas conservadoras y votante del Partido Republicano... pero no seguimos, porque tenemos que hablar de una película distinta.
Eso sí, también la dirige Don Siegel y la interpreta Clint. Era éste un actor de pocos registros pero bien empleados (esas miradas de soslayo...), que empezó con una serie televisiva en EE UU, Rawhide, pero le tocó el gordo cuando cruzó el charco, llegó a Almería, y se encontró con Sergio Leone, rodando ambos la llamada "Trilogía del dólar", que los encumbró y de camino nos descubrió también a un compositor irrepetible, el gran Ennio Morricone, que igualmente se internacionalizó y hasta ganó el Oscar de la Academia (ya tenía el Honorífico) al final de su carrera, por Los odiosos ocho, y fue el que dijo aquello de que Quentin Tarantino no era más que un niñato...
Cuando se rueda Fuga de Alcatraz en 1979 Clint Eastwood ya era un actor más que rodado, y como realizador tenía en su haber seis largometrajes previos, fundando con Siegel la productora Malpaso/Siegel, que después sólo queda en manos de Eastwood. La cinta se inscribe en un subgénero que ha tenido muchos ejemplos, el cine carcelario y/o de fugas. Hay dentro de él casos de cine intimista, como La evasión, 1960, un espléndido film de Jacques Becker, junto a otros más espectaculares y comerciales, como la popularísima Cadena perpetua, 1994, también excelente trabajo de Frank Darabont adaptando una novela de Stephen King.
Esta vez la historia tiene base real en la fuga de la Roca, que lograron tres reclusos en 1960, cuando todo el mundo consideraba imposible escapar de aquel islote en medio de la bahía de San Francisco. En la cinta son Frank Morris (Eastwood) y los dos hermanos Anglin, y empieza con la llegada del primero en una noche lluviosa a la terrible cárcel. Allí conoce al alcaide, un hombre de una crueldad no física, sino psicológica, malvada y rozando el sadismo. A partir de ahí vamos conociendo el ambiente, la rutina cotidiana y la galería variopinta del conjunto de reclusos -como el habitual matón-, todo con una narrativa ágil que Siegel lleva con inteligencia para no caer en la monotonía. Morris, un tipo muy inteligente (que ya ha escapado antes de otras dos cárceles), busca enseguida a aquellos que pueden ayudarlo a lograrlo por tercera vez.
Vemos la picaresca y trucos para fabricarse artilugios, los gustos y las ayudas de los reclusos, que usan la salida al patio como puesta en común de sus planes. Una cuchara, un cortaúñas, un puñado de cerillas, unas revistas convertidas en papel maché... todo es útil en aquel microcosmos carcelario. La maldad del alcaide queda patente en la secuencia en la que retira a un preso anciano sus pinceles y útiles de pintura... y el hombre se rebela cortándose los dedos ante todos...
En todo el tramo final se concentra la preparación de la fuga, prevista para cuatro reclusos (que finalmente serán tres), horadando en la rejilla de ventilación de cada celda para pasar a los conductos superiores de las galerías. Con las falsas cabezas preparadas para simular que duermen y esquivar las rondas nocturnas, tienen también preparados unos rudimentarios salvavidas hinchables para salvar el gran trecho marítimo que les separa de tierra. La huida está meticulosa y espléndidamente rodada, captando sin duda al espectador, que ha ido viendo en todo el metraje la sintonía entre Eastwood y Siegel en su última colaboración, de los cinco films que rodaron juntos.
Un final abierto (como sucedió en la historia real) ni niega ni afirma el éxito de la fuga: no se encontraron ahogados ni rastros de su posible llegada a la costa. Pero vemos (con satisfacción) la cólera del alcaide - un excelente Patrick McGoohan- que fue depuesto del cargo y convocado a Washington para rendir cuentas. Poco tiempo después el penal se clausuró y hoy en día es una atracción turística de primer orden...
Don Siegel todavía rodaría un par de películas más, y Clint Eastwood (que aprendió de él la rapidez de los rodajes, sin apenas repetir planos) se convertiría enseguida no sólo en un actor popular y cotizado -que ya lo era-, sino en un realizador de primera fila en el cine de Hollywood: toda una larga lista de grandes películas, en los años noventa y las dos primeras décadas del siglo XXI, en muchas clases de géneros, y llegando en varios casos a verdaderas obras maestras, culminando su momento álgido de reconocimiento mundial quizás con los Óscars de Sin perdón (en su querido cine del Oeste). Pero no podemos olvidar títulos como El jinete pálido, Un mundo perfecto, Los puentes de Madison, Mystic River, Million Dollar Baby... y aquí dejamos un espacio en blanco para que cada uno ponga sus favoritos.
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