Pelicula: Malpaso es la compañía productora propiedad de Clint Eastwood, como saben todos los cinéfilos. Desde 1988, casi todas las películas dirigidas por el cineasta de San Francisco han sido producidas por su compañía. También desde entonces, y salvo algunos títulos iniciales realizados por Buddy Van Horn, el resto ha sido dirigido por el gran Clint, al que el tiempo, la perspectiva y la caída del caballo en el camino de Damasco de la gauche divine ha hecho que sea objeto, hoy por hoy, de general admiración.

Pero la edad del cineasta (cuando se escriben estas líneas sobrepasa de largo los 82 años) también debe pesar, y para el nuevo empeño de Malpaso, esta Golpe de efecto, Eastwood ha decidido dejar las riendas de la dirección a uno de sus hombres de confianza, Robert Lorenz, quien hasta ahora había hecho un poco de todo en las películas eastwoodianas (ayudante de dirección, productor) desde Los puentes de Madison, hace ahora la friolera de dieciocho años.

El resultado, lo diremos pronto, no ha estado a la altura de los mejores Eastwood como director; no hace falta decir, seguramente, que estaríamos hablando de (si vamos de más reciente a más antigua) J. Edgar, Million Dollar Baby, Mystic River, la mentada Los puentes de Madison, Un mundo perfecto, Sin perdón, Bird. Ante esa media docena larga de películas notabilísimas, no tiene nada que hacer esta medio tontería sobre un ojeador de béisbol con vista enferma (la mácula dañada, pavoroso y frecuente daño colateral de la edad provecta), al que los jovencitos enchufados permanentemente a sus cachivaches electrónicos quieren echar del equipo, su relación tormentosa con su única hija, que ya adulta sigue echándole en cara su nula atención durante la infancia, convirtiéndola en una mujer de difícil acceso emocional, y la resolución del conflicto mediante las artes templadas en la tradición del octogenario protagonista, que hará que todo vuelva (más o menos…) a su ser.

En fin, no es un guión como para tirar cohetes, hecho por el debutante Randy Brown sobre retales que ya hemos visto, mejor y en su versión primigenia, en otros filmes. Tampoco la dirección de Lorenz, en su primer largometraje en solitario, tiene la elegancia, la clase de Eastwood tras las cámaras. Menos mal que el bueno de Clint, con toda probabilidad, habrá debido ayudar a su neófito sucesor en la realización, de tal forma que, al menos, se salvan los muebles.

Queda entonces un filme mediano, con algunas irisaciones interesantes, como el propio personaje principal, al que Eastwood adorna con su inveterada maestría ante las cámaras, en ese character, como dicen los anglosajones, que ha ido cincelando a lo largo de las últimas décadas, el hombre huraño, casi asocial, de comportamiento brusco y a veces rayano en la intolerancia, pero en cuyo interior hay un ser humano integral, escondido en una coraza defensiva que le protege del devastador efecto de los afectos.

Seguramente Eastwood tendrá que ir delegando en su gente de confianza las tareas más duras de su profesión cinematográfica, y la dirección es seguramente la más compleja de todas. Pero lo cierto es que se echa en falta en esta nueva producción de Malpaso el pulso firme de su creador, la fuerza contenida de quien a estas alturas de la película (hay frases hechas que, a veces, como en este caso, son perfectas para lo que se quiere decir), es un maestro indiscutible en el difícil oficio del cine. Todo termina, o terminará: incluso aquel Harry del “alégrame el día”, hoy convertido en monumento vivo, nos abandonará, y el día entonces será triste: tal vez esta delegación de funciones en sus confiables pero mediocres vicarios sea un avance de ese final presentido.

Primer estrambote: Atención a Amy Adams, la hija de Clint en la película, cuya imponente presencia física va acompañada por una notable capacidad interpretativa: podemos estar ante una estrella emergente. En cuanto a Justin Timberlake, quizá no fuera el actor adecuado para su papel; este tunante rezuma lascivia en sus miradas a la coprotagonista, y enseguida vemos que lo único que está deseando es meterse en sus bragas (con ella dentro, se entiende), desinflando su papel supuestamente romántico.

Segundo estrambote: el cine americano sigue a lo suyo: les da igual que el resto del orbe (con la excepción quizá de, ¡oh, paradoja!, Cuba…) no tenga ni idea de béisbol, pero ellos siguen erre que erre con sus pelis sobre el tema, como si todos supiéramos lo que es un “home run”, o como se diga…

Tercer estrambote: un diez para el traductor del título original. De Trouble whit the curve, que podría traducirse, más o menos, como “Problema con la curva” (la bola curva, se entiende), hemos pasado a este Golpe de efecto que combina acertadamente tanto la peculiar trayectoria de la bola como ese golpe teatral con el que finaliza la película, y que en español, efectivamente, lleva ese nombre; no siempre los títulos españoles iban a ser espantosos…

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105'

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Golpe de efecto - by , Dec 02, 2012
2 / 5 stars
El ojeador ciego