Los relatos infantiles entrañan cierto peligro a la hora de interesar a los espectadores, ya que, si van dirigidos a una audiencia infantil, se corre el posible riesgo de dejar fuera a los adultos y viceversa. En esta ocasión conlleva otro riesgo añadido al tratarse de una película noruega, por lo tanto sin actores conocidos y sin el lanzamiento de una cinta americana.
Eric Gustavson nos relata la historia de un pequeño de diez años, hijo único, de padres trabajadores, que acude cada día a la escuela y que un buen día se ve atacado por una enfermedad desconocida que hace que se le caiga el cabello, lo cual es traumatizante para el pequeño, quien encontrará refugio en su abuelo que le cuenta historias y en el borracho del pueblo que le da apoyo moral.
La cinta mantiene la trama adobada con algunas andanzas infantiles en la escuela y su relación con los niños y adultos que le rodean para hacer más asequible el relato, teñido de la socarronería del pequeño y cierto sentido del humor. Su amistad con una compañera de clase de abundante melena, lejos de crearle complejo, le ayuda en su desgracia dándole más seguridad y esperanza.
El film tiene un discurrir algo lento, pero se deja ver con cierto agrado por el exotismo de una cinematografía tan desconocida para nosotros como la noruega, con una buena fotografía y colorido así como la música de Randall Meyers. Fue la elegida por su país para concurrir a los Oscar y obtuvo 2 Premios Amanda (al mejor film y mejor guión) de su país, así como los Premios al mejor film y actor en el Festival de París de 1992.
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