Tras foguearse en la interpretación durante los años cincuenta en la entonces incipiente televisión, Clint Eastwood alcanza la popularidad, al menos en Europa, al protagonizar la conocida en la Historia del Cine como la Trilogía del Dólar, compuesta por las películas de Sergio Leone Por un puñado de dólares (1964), La muerte tenía un precio (1965) y El bueno, el feo y el malo (1966). Pero de regreso a su país, Estados Unidos, lo cierto es que su fama europea apenas había llegado allí, por lo que, en alguna medida, casi tuvo que volver a empezar. En esa fase conoció a Don Siegel, que le dirigió en La jungla humana (1968), donde interpreta a un policía de bruscos modos que prefigurará el arquetipo que entre ambos moldearán poco después. Tras tres westerns atípicos como fueron La leyenda de la ciudad sin nombre (1969), musical de Joshua Logan, Dos mulas y una mujer (1970) y El seductor (1971), ambos con Don Siegel en la dirección, Eastwood presenta en Harry el Sucio (1971) ese arquetipo al que nos referíamos, de nuevo a las órdenes de Siegel, un policía de métodos expeditivos, con una tendencia irrefrenable hacia la violencia, siempre presto a tirar de gatillo (de su potente Magnum 44, fetiche fálico donde los haya) a las primeras de cambio.
El personaje de Harry Callahan tuvo un gran éxito de público, si bien la crítica, por aquel entonces muy politizada (estamos en los primeros años setenta, la época del maoísmo en Cahiers du Cinema, y de, en general, una postura muy izquierdista en toda la crítica cinematográfica mundial) la puso a caldo, motejándola de fascista y otras lindezas. Lo cierto es que, con independencia de que el personaje central era ciertamente bastante impresentable, colegir de ello posiciones políticas de Siegel, y menos aún de Eastwood, era una temeridad atribuible a la empanada mental de la crítica de la época. Cinematográficamente era un film modélico: Siegel fue un auténtico maestro de Hollywood, perito en la puesta en escena, y todo un genio para el ritmo narrativo.
La película tuvo tanto éxito que generó varias secuelas: Harry el fuerte (1973), que ya dirigió Ted Post, notándose con ello un bajón apreciable sobre el título inicial; y Harry el Ejecutor (1976), con dirección de James Fargo, que ahondó en la banalización de la serie. Para la cuarta entrega, esta Impacto súbito (1983), Clint Eastwood, que a esas alturas ya producía y dirigía la mayor parte de sus películas, asumió las riendas también de la realización. Todavía habría una quinta entrega de la saga de Harry Callahan, La lista negra (1988), con dirección de Buddy Van Horn, también bastante endeble.
Esta Impacto súbito, cuarta entrega de las cinco que componen la saga de Harry Callahan, única de las dirigidas por el propio Eastwood, todavía queda muy lejos de la calidad de algunas de sus obras posteriores como director, como las magistrales Cazador blanco, corazón negro, Sin perdón y Million Dollar Baby. Bien es cierto que aquí el que fuera alcalde de su pueblo, Carmel, no anduvo muy fino al escoger el guion, que incidía, como pareció convertirse en sello de fábrica, en una ambigua apología de los reprobables métodos policíacos al margen de la ley.
En la película, Harry Callahan, de nuevo enfrentado a sus superiores por su conducta irascible y agresiva, tendrá que investigar ciertos crímenes en los que el asesinado aparece con un tiro en la cabeza y otro en salva sea la parte...
Violencia nada soterrada, buena factura a cargo de un director que ya dominaba plenamente los resortes de la puesta en escena, e ideología bastante mosqueante es lo que ofrece este producto que ciertamente desmerece respecto de la obra posterior de Eastwood como realizador. Además de Clint en el papel principal, figura como coprotagonista Sonda Locke, quien por aquella época era su pareja en la vida real.
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