Pelicula:

CRITICALIA CLÁSICOS


Disponible en Filmin, Apple TV y Prime Video.


William Wyler fue, a qué dudarlo, uno de los grandes cineastas del Hollywood clásico de la mejor época, esa que hemos convenido en datar entre mediados de los años treinta y finales de los cincuenta, veinticinco años de oro que nos han dado cine bueno como para aburrir (a veces es verdad que las frases hechas pierden su sentido…). En ese tiempo (y también después) Wyler firmó un puñado de grandes películas, manejándose espléndidamente en casi todos los géneros, como era proverbial en el cine norteamericano de aquella época: wéstern (El forastero, Horizontes de grandeza), policíacos (Calle sin salida, Brigada 21), dramas (Esos tres, y su “reboot” La calumnia, La señora Miniver, La gran prueba), comedias románticas (Vacaciones en Roma). Pero donde Wyler encontró quizá el Santo Grial de su cine fue en el melodrama, en los que la figura femenina fue fundamental (y no precisamente con connotaciones favorables…), un género que él llevó a la cima en varios films muy notables: Jezabel, La carta, La loba, La heredera. Todas ellas fueron arquetipos de mujeres malvadas (menos la cándida prota de La heredera), en una ciertamente muy misógina visión del cine de la época, que solo aceptaba como modelos favorables aquellas féminas que se plegaban a los roles entonces prácticamente únicos para ellas: hija, hermana, novia, esposa, madre. Todo lo que no fuera eso, estaba visto con desagrado, cuando no con desdén y hasta repugnancia, y así se presentaba en el cine de la época; por lo demás, algo lógico, teniendo en cuenta el pensamiento de la sociedad de aquel tiempo.

Jezabel fue la primera de las tres veces en las que Wyler colaboró con Bette Davis, remarcando en ellas un tipo de mujer fuerte, dura, a veces extraordinariamente dura, que sería en buena medida una de las marcas de fábrica de la gran actriz norteamericana.

La acción se inicia en Nueva Orleans en 1852. Estamos pues en el irredento sur en los años previos a la Guerra de Secesión norteamericana. Asistimos a los preparativos de una fiesta en honor de la señorita Julie, una chica de clase alta de la comarca; Julie es un torbellino, una mujer también con personalidad propia  e indisimuladas ansias de libertad, aunque también con poco sentido común… Julie está prometida con un caballero llamado Preston, y tras la boda marcharán al Norte. Preston es banquero e impulsor del ferrocarril, aunque los empresarios del lugar son reacios a esas moderneces… Julie es una manipuladora de libro, intentando en todo momento que el prometido (y todo el mundo…) le coma en la mano, pero este, aunque enamorado, no está dispuesto a ello. Julie, llena de rencor por esa actitud, decide ir al baile anual de la buena sociedad de Louisiana con un traje rojo, en lugar del habitual blanco de las chicas casaderas. Contra todos los consejos de la familia y del propio novio, Julie se planta en el baile de esa guisa, cosechando el menosprecio generalizado de todas las empingorotadas familias. A partir de ahí, se desencadenan los acontecimientos, y Preston romperá el compromiso, sumiendo a la bella en una gran amargura…

Por supuesto, vista la película con los ojos desprejuiciados de casi noventa años después, la actitud de Julie en el baile, que debía ser la ejemplificación de su libertad para vestir como le diera la gana, no puede tener más que todos los parabienes del espectador; otra cosa es no haber tenido en cuenta por su parte en qué sociedad vivía, y qué consecuencias podía desencadenar (como así ocurrió) su actitud levantisca. Por supuesto también, la mirada de Wyler (sobre guion que adaptaba la obra teatral de Owen Davis Sr.) no es precisamente complaciente con el personaje de Julie, a la que muestra como una mujer caprichosa que intenta que todos actúen a su dictado, queriendo ser, como dice el aforismo castellano, “la novia en la boda, el niño en el bautizo y el muerto en el entierro”: el centro de atención de todo, sobre lo que todos giran. La mirada moderna establecería también el carácter libre del espíritu de Julie, pero ciertamente es difícil de sostener que lo suyo sea un deseo de libertad y no, simple y llanamente, la manía de imponerse a todos los demás, un carácter autoritario que no concibe otra cosa que no sea la ejecución de sus caprichos, cualesquiera que estos sean.

A partir de ahí vendrá la redención, claro, pero esta tendrá un muy largo camino hasta llegar; la acción da un salto de un año, tiempo en el que encontramos a Julie creyendo que su amado Preston volverá de un momento a otro, en una ensoñación más bien irresponsable, que confirma que la chica no anda demasiado bien de sentido común. Cuando se anuncia que el hombre va a llegar a su casa, Julie cree que, efectivamente, va a pedirle que retomen la idea del matrimonio, pero resulta que Preston viene ya casado con otra mujer. Casi simultáneamente cae la fiebre amarilla sobre Nueva Orleans, y la casa de los padres de Julie, alejada del casco urbano de Louisiana, se considera a salvo, siempre que los ocupantes de la misma no viajen hasta la ciudad. En ese contexto, con Julie, Preston y su esposa, más otros invitados, en el casoplón familiar, la situación se tornará explosiva por la actitud rencorosa y cizañera de la chica, deseosa de que el matrimonio del que fue su amado se rompa.

La película es ciertamente un fastuoso espectáculo sureño, una historia que quizá prefiguraba el film por excelencia sobre la Guerra Civil norteamericana, que es, lógicamente, Lo que el viento se llevó. Aunque Jezabel está rodada en blanco y negro, ello no impide (más bien lo realza) la suntuosidad de la puesta en escena, con algunas secuencias deslumbrantes, como toda la del baile anual en el que Julie, con menos seso que un mosquito, se presenta con un traje rojo sangre, que en la estrecha mentalidad de la época no se asociaba precisamente a la pureza de las doncellas casaderas, todas ellas vestidas de blanco inmaculado, como marcaba la estricta etiqueta de la época, para bailar hermosos valses con sus novios o prometidos. Cuando Julie entra en el salón y se va haciendo poco a poco el vacío en su derredor, estamos ante una de las escenas más potentes del cine de la época, hecha solo con imágenes, sin apenas palabras.

El precioso vestuario de las clases altas de mediados del siglo XIX contrasta con la ropa modesta de los esclavos, aquí personajes secundarios y sin relieve que confirman que, aunque cuando se rodó la peli la abolición de la esclavitud tenía ya casi ochenta años encima, la mirada paternalista y supremacista del hombre blanco sobre su congénere negro seguía siendo la misma. En el film habrá una mayoría de opiniones antiabolicionistas, como corresponde a un estado que fue abiertamente contrario a acabar con la esclavitud, como propugnó Lincoln, aunque también se alzarán tímidas voces que, al menos, expresan dudas, como la del propio Preston, quizá uno de los personajes más positivos del film, a pesar de que tener dudas sobre la esclavitud ya hace que el sujeto en cuestión no sea precisamente un dechado de humanidad: pero, por supuesto, hay que contar con el pensamiento de la época y la cuestión ambiental de una tierra, Nueva Orleans, que basaba buena parte de su riqueza en el “negocio” (por aberrante que nos parezca, que nos parece…) de que unos seres humanos esclavicen a otros por el color de su- piel.

Con una espléndida narración, un magnífico ritmo, buenos diálogos y una suntuosa puesta en escena, Jezabel es uno de esos ejemplos paradigmáticos de que aquel cine del Hollywood clásico, por muy diversos motivos, es único e inimitable; el tiempo ha jugado (aún más) a su favor, y hoy ver esta tremenda historia de perfidia, amor y finalmente abnegación redentorista es todo un regalo para los sentidos.

Bette Davis brilla sobre todos: ella hace de su Julie una Jezabel (la bíblica mujer de Acab, el arquetipo de mujer absoluta, abyectamente malvada) espléndida en su primera etapa de mujer caprichosa (y libre, según nuestros esquemas actuales), pero aún mejor cuando, rechazada por su amor por su imposible carácter, se avinagra, se agria hasta convertirse en un ser monstruoso, capaz de lo peor con tal de que, si ella no es feliz, nadie pueda serlo, y menos el hombre al que amó. Henry Fonda hace un caballeroso prometido, un hombre cabal al que la mala cabeza de su novia, muy a su pesar, le hará apartarse de ella.

(02-09-2024)


Dirigida por

Género

Nacionalidad

Duración

104'

Año de producción

Trailer

Jezabel - by , Sep 05, 2024
4 / 5 stars
Magnífico melodrama sureño