Roberto Bodegas pareció, cuando debutó como director en el cine hispano con Españolas en París (1971), que se iba a comer el mundo. Entonces militaba en el clandestino Partido Comunista de España y gozaba de predicamento entre la resistencia antifranquista. Sus dos títulos posteriores, Vida conyugal sana (1974) y, sobre todo, su gran éxito comercial y crítico, Los nuevos españoles (1974), le encumbraron como uno de los cineastas más interesantes del momento. Sin embargo, a partir de esta La adúltera su estrella empezó a declinar hasta prácticamente desaparecer, apreciándose que no era oro todo lo que relucía y que había bastante de brillantez hueca en su cine, sin auténtico poso.
Bodegas estaba en aquella época profesionalmente unido a la que se llamó Tercera Vía, movimiento impulsado por el productor y guionista José Luis Dibildos, un fenómeno que pretendía huir de la subcomedia de Mariano Ozores y compañía, la vilipendiada astracanada que la Historia del Cine conoce con el nombre genérico de landismo, pero también del cripticismo de las películas de Carlos Saura y otros directores del Nuevo Cine Español, sesudo pero poco comercial.
El invento de la Tercera Vía no duró mucho, diluyéndose como un azucarillo con la muerte de Franco y la llegada de la Transición, que produjo toda una revolución en el cine comercial español de la época. La adúltera fue uno de los últimos intentos que haría Dibildos como productor y Bodegas como director en esa línea.
Se trata de una comedia con ribetes sociológicos, en el que una madurita interesante casa con un francés, al que pronto tendrá la tentación de "coronar", y no precisamente para hacerlo rey... La película no termina de cuajar, tal vez por carecer de un guion suficientemente trabajado, a pesar de que Bodegas, autor del mismo, contó para ello con la colaboración del gran Rafael Azcona. El film se benefició de la música de un Carmelo Bernaola que en aquella época era uno de los compositores esenciales del cine español, junto a Antón García Abril. Amparo Soler Leal realizó una esforzada interpretación, quizá de lo mejor de la cinta, mientras que, sin embargo, la aportación francófona de la coproducción, Rufus, parecía en estado catatónico. Eso sí, los horribles slips aleopardados de José Luis Coll hicieron mucho daño psicológico en su momento... En papeles secundarios aparecen dos grandes maestros de actores, William Layton y Miguel Narros.
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