Casi todas las cinematografías potentes (y la USA es la que más, por supuesto) tiene su correspondiente subgénero de comedias gamberras, comedias en las que lo vulgar, incluso lo escatológico, no solo no está prohibido, sino que pide a gritos (a berridos, sería mejor decir…) su presencia en el film. Es un tipo de comedia que tuvo sus mejores momentos (por decir algo…) con la permisividad que se extendió por los cines de casi todo el mundo a partir de los años setenta, no solo en cuanto al sexo, sino también en cuanto a presentar en pantalla cosas que habitualmente quedaban para la más estricta intimidad. Al principio fue un subgénero reservado a la grey masculina, en su facción adolescente o veinteañera, gente más caliente que el palo de un churrero, con ganas de meterla en algo caliente como fuera, con las previsibles consecuencias más o menos cómicas de tanta excitación, en lo que también se llamó “cine de fluidos” (mejor no definimos de qué estamos hablando…). Hablamos de series cinematograficas ya casi clásicas como Porky’s o American pie, en las que manadas de jóvenes con acné se pasaban tres pueblos en su intento de tirarse a la guapa de turno, o incluso a la fea…
Pero con el paso de los años, y la sana igualdad entre los sexos de nuestro tiempo (otra cosa es que para esta “igualdad” no hacían falta alforjas…), las comedias gamberras también han empezado a ser protagonizadas por ellas, cuyos papeles antes era el de las escandalizadas ante las golferías y sinvergonzonerías de los varones de testosterona rápida y serrín molleril. Judd Appatow, el popular productor y director norteamericano, que se hizo cierto nombre con comedietas como Resacón en Las Vegas, y con un predicamento entre cierta crítica que no se termina de entender, está detrás de este La boda de mi mejor amiga, que se reputa una (otra) respuesta del cine de comedia yanqui de no demasiado nivel a las comedias gamberras protagonizadas por machitos salidos.
La acción se desarrolla en nuestro tiempo; conocemos a Annie, treintañera que mantiene una relación sexual con un hombre que la tiene poco más que para echar un polvo de vez en cuando, aunque se intuye que a ella le gustaría algo más de compromiso. Nos enteramos de que esta chica está siempre a la cuarta pregunta, comparte piso con dos tipos (hombre y mujer, ambos hermanos) más bien horribles, y de que su “más mejor amiga”, como traducen pencamente los malos traductores online de internet, se va a casar y quiere que ella y otra de sus amigas, Helen, sean sus damas de honor, que en los USA son las mujeres que se encargan de toda la organización de las mil y una pamplinas que se hacen antes y durante la ceremonia de boda, donde caben todas las tonterías (in)imaginables. Pero Annie pronto se da cuenta de que Helen, que es una “doña Perfecta”, tiene la cualidad (mejor el defecto…) de querer quedar siempre por encima de las demás, en especial en esta especie de competencia que se establece tácitamente para ver cuál de las dos damas de honor es más guay, más cool… Paralelamente, Annie conoce a un policía en una infracción de carretera, que resulta ser un fan de los pasteles que la chica elaboraba y vendía en una confitería que tuvo que cerrar por la crisis; parece que entre Annie y el “madero” hay cierta sintonía…
Paul Feig (Michigan, 1962) es, además de director, actor, productor y guionista. Su carrera no es precisamente exquisita, y esta es una buena muestra de ello, con una filmación estándar, que lo fía todo a las situaciones creadas y los diálogos, que tampoco es que puedan pasar por ser de Shakespeare; antes al contrario, lo que abunda es el lenguaje procaz, vulgar, aunque entendemos puede ser coherente con la estrecha y dilatada relación de dos amigas íntimas de toda la vida. Otra cosa es la tentación por la escatología más grosera, como en la escena de la indigestión grupal, con efectos colaterales indeseados y arrojamiento de efluvios de varios colores, densidades y texturas, por distintos orificios anatómicos, por parte de las bellas damas del cortejo de la novia.
Así las cosas, parece evidente que sí, que las chicas también pueden ser tan gamberras, tan groseras, tan salidas como sus pares masculinos, pueden tener su misma escasa mollera, pueden ser igualmente imbéciles, tengan colita o rajita: estupendo; si la igualdad era esto, a lo mejor preferíamos que siguiera, al menos en este aspecto, la desigualdad…
Film que, es cierto, busca fomentar la autoestima en tantas chicas (como chicos) cuyas vidas de pobres diablesas (o pobres diablos) no son precisamente la octava maravilla, en el fondo sin embargo nos parece que lo que busca es ser meramente un contrafigura de la comedia golfa masculina, una comedia femenina gamberra, iconoclasta y muy pasada de vueltas, con pocos elementos que resaltar, como no sean algunos personajes secundarios, como el que interpreta Melissa McCarthy, que compone un personaje de lo más surrealista, una gorda obtusa muy contenta de haberse conocido, convencida de su gran perspicacia y notable inteligencia, pero que sin embargo, a la postre, será la que tendrá que poner en su sitio a la protagonista y le haga ver que sintiendo lástima de sí misma no va a ningún lado.
La protagonista, Kristen Wiig, es sin duda el “alma mater” del proyecto, interviniendo no solo como centro y eje de toda la trama, sino también como coguionista del film y coproductora, así que no puede negar su responsabilidad en el empeño… Wiig no es una actriz sublime, pero es cierto que funciona razonablemente bien como la mujer poquita cosa y con la autoestima por los suelos que tocará fondo para, desde ahí (porque no puede bajar más, es cierto…), comenzar una cierta ascensión, al menos hasta ese peldaño en el que pueda desenvolverse como una persona más o menos normal…
(15-07-2023)
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