Hay un colega (más despistado que una cabra en un garaje) que escribe en un panfleto apaisado y la su gracia (como se diría en el Siglo de Oro) es carcelaria que ha motejado esta película de “antidemocrática”. Como decía el cateto: ¿mande? Esto es nuevo, me parece, en el catálogo de majaderías tan habitual en esta profesión. ¿Estamos ante una nueva clasificación para el cine? Tendremos entonces películas democráticas y antidemocráticas, qué bien… Vamos a ver, Cantando bajo la lluvia, por ejemplo, ¿es democrática o antidemocrática? Se supone que la Olimpiada de Leni Riefenstahl, por aquello de estar hecha bajo la férula de Hitler, sería antidemocrática, aunque sea una película espléndida. ¿Y no lo sería entonces El acorazado Potemkin, de Eisenstein, por estar realizada también bajo el no menos ignominioso mandato del déspota Stalin? Venga, hombre, vamos a dejarnos de zarandajas: La extraña que hay en ti será lo que sea, pero no será mejor o peor porque su tema sea políticamente vidrioso.
Una mujer de vida cuasi idílica en el Nueva York actual. Un paseo por la noche con su novio por Central Park, un asalto de una panda de canallas (para la ocasión, hispanos, que son los nuevos malos de Hollywood…), él resulta muerto, ella en coma. Cuando vuelve a despertar, tendrá la vida hecha añicos, el miedo la corroe. Una pistola comprada para su defensa tendrá efectos catárticos...
No es éste un film “a la manera” de los vengadores habituales. Para entendernos, Charles Bronson jamás hubiera hecho una película como ésta, que busca precisamente entender por qué una persona es zarandeada por el sentimiento de la venganza, qué hace que una mujer cabal, razonable, madura, sensible, termine siendo pasto de una emoción tan primaria como la venganza, también tan humana. Seguramente esta película no sería ideal para ilustrar cómo funciona el Estado de Derecho, ni como deben actuar los funcionarios públicos, pero el cine no tiene por qué ser políticamente correcto. Es más, sostengo que "no debe" ser políticamente correcto. Dejemos la política y sus gazmoñerías para los profesionales de la cosa, y el cine que vaya por donde tiene que ir, por los senderos de la creación, de la búsqueda, de la experimentación.
La moraleja de La extraña que hay en ti no es edificante. Tampoco lo es, para qué vamos a engañarnos, que en la vida real las víctimas tengan tan poca protección y los verdugos tanta. Así que no nos pongamos moños sobre la justicia, porque puestos a ser justos, muchos de los que hinchan el pecho tendrían que esconderse por los rincones.
La película de Jordan, además, no es el típico vehículo que busca la connivencia del espectador para pastorearlo hasta indignos postulados. Al contrario, la constante voz en off de la protagonista (como siempre, una espléndida Jodie Foster) lo que hace es una permanente reflexión sobre el cambio que ha operado en su vida, pero también en su carácter, en su forma de pensar, en su actitud vital, el horrendo crimen que se cometió sobre su persona y sobre su prometido. No estamos, entonces, ante un film que justifique y promueva el hecho, sin duda abominable, de tomarse la justicia por su mano, sino que indaga por qué se llega a ese extremo, sin por ello suponer una apología de un hecho evidentemente delictivo y censurable.
Jordan, fiel a su habitual estilo, rueda con fuerza y con buen pulso una historia que levantará ampollas, pero que era necesaria. Alguien debía contar cómo se siente una víctima ante el atropello de todo lo que ama. Que después ésta actúe como un “bengador gusticiero” (gracias, Forges) no es sino una coda o estrambote, no el meollo de la historia.
Por cierto: qué bueno que el chico de la película, el policía Mercer, esté interpretado por un actor negro: qué lejos han quedado ya los tiempos en los que los “coloured man”, indefectiblemente, interpretaban a los malos. Otrosí digo: qué bueno que el prometido de la chica sea, cielos, un actor de etnia hindú, Naveen Andrews. No, si al final lo de la Alianza de Civilizaciones va a resultar que no era una memez…
(07-10-2007)
110'