Llega la tercera parte de la saga Crepúsculo. Los dos primeros capítulos de la serie han supuesto sendos taquillazos, con evolución creciente, y este tercer episodio, en solo dos fines de semana, ya ha superado los 170 millones de dólares, con lo que la recaudación, sólo en el mercado USA/Canadá (ya saben que a efectos comerciales forman una sola unidad) puede ser escandalosa. Pero, cuestiones mercantiles aparte, este nuevo segmento de la saga no aporta nada nuevo a la historia; seguimos con la adolescente enamorada del vampiro lánguido y evanescente, con el hombre lobo que también la ama y a la que ella corresponde (un poquito), seguimos con su papi sheriff que no se entera de la misa la media, y que sólo está preocupado porque el novio no se coma el “pastel” (sin saber que lo que quieren sus enemigos es comérsela a ella, literalmente…), la familia del vampiro, que con la pinta que tienen no se sabe si dan miedo o risa, y la vampira archienemiga, que ha cogido una perra con nuestra protagonista, como si no hubiera ningún otro mortal al que hincarle el diente en un planeta con más de seis mil millones de habitantes.
Sigue también, y eso quizá sea lo peor, la escasez de ideas. El director de este capítulo, David Slade, se dio a conocer con un muy interesante trabajo “indie”, Hard Candy, para después petardear a modo con 30 días de oscuridad, que prometía más que daba. A lo mejor ha sido este antecedente de cine con vampiros el que le ha servido para dirigir este tercer episodio, pero la verdad es que para el resultado obtenido igual podrían haber puesto al chico de los cafés: no hay una idea cinematográfica mínimamente solvente, y sí hay una repetición impersonal y tontorrona de los clichés ya conocidos “ad nauseam” por las fans adolescentes. Así las cosas, La saga Crepúsculo: Eclipse apenas si interesa, al menos no a un público no previamente entregado. Las dudas de la prota entre los dos varones que la requieren de amores es manifiestamente tópica, con la variante ciertamente peculiar de que a uno le guste beber sangre (y no precisamente encebollada, como una famosa comida de mi tierra…) y el otro dé un brinco y se convierta en un cánido del tamaño de un hipopótamo. Fruslerías de este tipo aparte, la historia de esta niñita de sesera algo reblandecida por las endorfinas amorosas y las hormonas propias de la edad (ese Borges y esa sentencia con tan mala leche: la juventud es la única enfermedad que se cura con la edad…) no tiene entidad propia: el guión es de primer curso en la carrera de Imagen y Sonido (o como se llame ahora), los actores se llevan todo el tiempo poniendo caritas (ese Pattinson con la jeta empolvada como si fuera el culito de un bebé; ese Lautner con el torso permanentemente desnudo, depilado y con tableta de chocolate, propiciando el único momento de humor del filme, cuando el vampiro le dice a la chica, al verlo siempre de esta guisa, “¿no tiene camisetas?”) y la sensación es de inanidad total.
Por supuesto, la saga seguirá. De Amanecer, el cuarto episodio de la serie de novelas de Stephenie Meyer, se anuncia su estreno en dos partes, como el séptimo capítulo de la saga de Harry Potter. Pero mucho me temo que las nuevas entregas de este serial sólo superficialmente de vampiros y licántropos (en realidad es una barata novelita rosa) llenará hasta los topes las arcas de sus mentores, pero no aportarán nada al cine. Claro que los productores dirán, y a mí qué…
La saga Crepúsculo: Eclipse -
by Enrique Colmena,
Jul 08, 2010
1 /
5 stars
Barata novelita rosa
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