Pelicula:

El cine cómico basado en el “nonsense”, en la comicidad propiciada por personajes tontos, nos ha parecido siempre un humor supremacista; nos explicamos: el espectador se ríe de las tonterías de un pobre diablo que, en pantalla, siempre actúa de forma estúpida, como si no supiera hacer nada ni medianamente bien; puede ser corto de entendederas, o patoso, o mejor todavía, ambas cosas a la vez: en definitiva, un infeliz del que reírse, con el que sentirse superior...

Pues este tipo de humor de no mucho nivel (siendo benévolos en la expresión) ha tenido y sigue teniendo sin embargo un gran predicamento en el cine norteamericano, con cómicos que cultivaron “ad nauseam” ese tipo de personajes idiotas, como Bob Hope, Jerry Lewis o, más recientemente, Jim Carrey: son personajes siempre sobreactuados, con frecuencia balbucientes, con mil y una muecas y gesticulaciones.

Danny Kaye fue también otro de esos actores que se especializaron en personajes de tonto. La vida secreta de Walter Mitty quizá fuera su película más conocida, probablemente por presentar en pantalla a un pobre hombre con una curiosa válvula de escape a su más bien horrible cotidianidad, una pasmosa capacidad para imaginarse en fantasías sin cuento (o mejor, con mucho cuento...), en las que será todo lo contrario que en su vida real: en vez de apocado, valiente; en vez de miedoso, temerario; en vez de inseguro, firme...

La acción se desarrolla en el tiempo en el que se produce la filmación, a finales de los años cuarenta, en una populosa ciudad norteamericana (para la ocasión, Nueva York, aunque los interiores se rodaron en estudios en California). Walter Mitty es un treintañero solterón totalmente sometido a los designios de una madre controladora hasta la saciedad, comprometido con una chica más bien sosita, con madre igualmente espantosa. Trabaja en una editorial como diseñador de portadas de libros, revistas y cómics, y en el trabajo también lo ningunean, el primero su jefe, que le roba todas sus buenas ideas. Un día, por casualidad, se verá envuelto en una extraña conspiración a través de una mujer, Rosalind, con nazis de por medio y cierta libretita de gran valor...

Tiene la película algunas buenas ideas, como la ácida caricatura de las madres dominantes, todo un clásico, sobre todo si el “niño” tiene ya treinta y tantos tacos... Las surrealistas aventuras en las que se imagina a sí mismo el protagonista se mezclarán con las aventuras reales que le suceden a través de la trama en la que se ve involucrado por la bella, que, claro está, vendrá a demostrar que la relación con su novia es una farsa en la que ni él, ni la prometida, tienen realmente ningún interés amatorio. La historia se pespuntea con varios números musicales llenos de humor, como sucedía con frecuencia en las comedias de la época,

Este calzonazos en manos de su madre (y más adelante más que probablemente de sus futuras esposa y suegra), este nene de su mamá con más años que Matusalén, dominado absolutamente por su progenitora, es en el fondo una acre sátira sobre los hombres que no maduran y siguen bajo las faldas de su mamaíta, una suerte de variante de Peter Pan en el que este estuviera sometido totalmente a los designios de Wendy. Es también la historia de un miedoso integral, el cobarde sin mácula que soñaba con ser valiente en fantasías en las que no corre peligro, aventuras en las que siempre se idealiza como héroe con gran tirón entre las féminas, como las imaginativas historias “pulp” de la literatura popular cuyas portadas diseña. Esas fantasías, por supuesto, no serán otra cosa que la forma en la que Mitty intenta exorcizar sus miedos, sus cobardías, su abrumadora falta de carácter.

Metido en un embrollo que le supera (aunque la conspiración de los nazis es muy endeble y pillada por los pelos), este medroso personaje, tartaja a jornada completa, permanentemente nervioso y angustiado, tendrá que sobreponerse como pueda a todas sus inseguridades para salvar a su sobrevenida amada, en una suerte de viaje de Orfeo al Hades a rescatar a su Eurídice, una versión ciertamente libérrima pero reconocible, aunque aquí Mitty sea el Orfeo más patoso que se haya visto en una pantalla.

Todo ello en una comedia de enredo en la que se suceden los malentendidos, con un humor de clown, pasadísimo de rosca, y constantes numeritos musicales que vistos más de setenta años después resultan, ciertamente, cargantes, aunque a buen seguro en su momento fueron muy apreciados (está claro lo tornadizo de los gustos de las distintas generaciones...).

Norman Z. McLeod fue un solvente profesional que empezó a dirigir películas al comienzo del cine sonoro y que se especializó en comedias y musicales, con títulos que en su momento fueron muy populares, como Una pareja invisible, Camino de Río y Mi espía favorita. Su cine no ha envejecido bien, como le sucede también a esta La vida secreta de Walter Mitty, que conoció un “remake” ya en el siglo XXI, con igual título, dirigido en 2013 por Ben Stiller, que asumió también el papel principal.

(08-10-2021)


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110'

Año de producción

La vida secreta de Walter Mitty - by , Oct 08, 2021
2 / 5 stars
El niño de su mamaíta