A los folletones por entregas en los que se publicaba en España la novela dickensiana David Copperfield, en las primeras décadas del siglo XX, se le añadía un subtítulo, El hijo de la parroquia, que tan bien (y también) conviene a esta nueva película de Lasse Hallström, un sueco descubierto para el cine mundial con Mi vida como un perro, perfectamente instalado desde hace años en Hollywood, donde ha conseguido obras apreciables como ¿A quién ama Gilbert Grape?.
Lo más interesante en los films de Hallström, como casi siempre ocurre con los directores europeos en el cine yanqui, es que aporta una mirada distinta, más liberal y tolerante de la que habitualmente tiene aquella encorsetada sociedad, demasiado puritana y gazmoña, sobre todo en temas tales como el aborto y el adulterio, ambos presentes en esta película, la historia de un joven huérfano, médico sin carrera en un hospicio, donde ha sido criado por un doctor (espléndido Michael Caine) y sus enfermeras. Cuando el muchacho haya de enfrentar sus ideas antiabortistas con la dura realidad de la vida, todo será distinto.
Hallström consigue una obra madura y serena, con momentos de gran intensidad emocional (la muerte del pequeño bronquítico crónico) pero también con escenas para la esperanza. Lejos de los radicalismos del "nosotras parimos, nosotras decidimos" de las feministas y del "asesinos de niños" de los movimientos Pro-Life, los autores del film hablan de la dolorosa postura humana que busca el mal menor, en un asunto, la interrupción voluntaria del embarazo, siempre traumático, cualquiera que sea nuestra posición al respecto.
Hermosa y tranquila, Las normas de la Casa de la Sidra es, también, un cántico a la integración racial y a la asunción de las responsabilidades de cada uno, y la plena confirmación de Tobey Maguire como uno de los mejores actores de su joven generación.
(19-08-2003)
150'