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Sidney Lumet fue uno de los más conocidos directores de la llamada “la generación de la televisión”, al haberse fogueado sus componentes durante los años cincuenta en el nuevo medio catódico, para después pasar a la gran pantalla. De esa generación formaron parte, además de Lumet, cineastas interesantes como John Frankenheimer, Delbert Mann, o Arthur Penn, entre otros. Todos ellos aportaron una nueva visión al cine, dotándolo de mayor naturalidad, aprendida de los rápidos rodajes o grabaciones televisivas, pero también más al día de lo que se cocía en la calle que los grandes popes del cine del Hollywood clásico, que ya iban periclitando.

Lumet debutó en cine con la vibrante Doce hombres sin piedad (1957), para después, durante los años sesenta, realizar una variada gama de films de distinto signo y género. Ya en el segundo lustro de esa década es llamado por el cine británico para rodar la segunda adaptación de una novela de John le Carré, tras el éxito de la primera, El espía que surgió del frío (1965), que dirigió Martin Ritt. Ese segundo film lecarreano será este Llamada para el muerto.

La acción se desarrolla a mediados de los años sesenta, en Londres. En ese contexto, asistimos a la entrevista que, en un puente peatonal sobre el Támesis, mantienen Charles Dobbs, funcionario del MI6 (el espionaje británico) y Samuel Fennan, recién ascendido a un puesto de alta responsabilidad en el Foreign Office, el ministerio de Exteriores inglés. Tras esa entrevista, veremos a Dobbs llegar a su casa, donde se encuentra con que su mujer, Ann, le ha vuelto a engañar con otro hombre; su esposa padece ninfomanía, pero Dobbs, que la ama, lo consiente para que siga a su lado, porque ya han probado a separarse y ninguno de los dos lo puede soportar. Esa noche, Dobbs es avisado por sus superiores de que Fennan ha sido encontrado muerto por su mujer, al regreso del teatro, en lo que parece un suicidio, incluso con carta explicativa firmada por él mismo. Pero las cosas quizá no sean como aparentan...

Es curioso porque Lumet, al que le iban mucho más los thrillers policíacos que los de espionaje, monta la película más como lo primero que como lo segundo. De hecho, de alguna forma estamos ante lo que se conoce como un “whodonit”, un “quién-lo-hizo”, una intriga en la que tenemos que averiguar quién ha sido el asesino (porque evidentemente el suicidado no era tal...), aunque en este caso esté aderezado con algunas cuestiones no precisamente menores, como la temática muy subida de tono del adulterio consentido por la ninfomanía de la mujer de Dobbs, y la amoralidad consuetudinaria con la que se retratan los bajos fondos de Londres, en la figura del dueño de un garaje implicado en la trama de “suicidio”, que cohabita con dos mujeres, siendo ciertamente temáticas muy osadas para la época.

Ya los títulos de crédito, con la hermosa música de jazz de Quincey Jones, avisan de la elegancia del film, que sin embargo no está reñida con algunas secuencias de gran brutalidad, como la que escenifica la paliza que un veterano policía adscrito al caso propina a un tipo de baja estofa para hacerle hablar, en lo que se convertirá finalmente en la pista que hará dar con el asesino de Fennan. Pero en conjunto el film tiene la elegancia habitual en un cineasta tan profesional y avezado como Lumet. Además del tema del adulterio consentido, otro de los asuntos de la película será la lealtad entre amigos, especialmente cuando, como en este caso, ambos caen en lados distintos de la trinchera (en este caso de la Guerra Fría), y cómo gestionar ese momento durísimo en el que ambos habrán de enfrentarse a muerte.

Con algunas escenas de intriga bien resueltas, con el sello de Lumet, como la que tiene lugar casi al final, durante la representación teatral de Eduardo II, de Marlowe (interpretada por la Royal Shakespeare Company), Llamada para el muerto resulta ser un afortunado film de espionaje vestido con ropajes de thriller policíaco, y cuyos temas centrales, la amistad entre adversarios,  y la ninfomanía y a pesar de ello el amor, están adecuadamente imbricados en una interesante trama aportada por la novela de Le Carré.

Como curiosidad, en la novela el protagonista se llama George Smiley, que es el nombre del agente secreto del MI6 que aparecerá en varias novelas de Le Carré, pero el novelista británico había vendido los derechos del nombre junto a los de adaptación al cine de su anterior libro, El espía que surgió del frío, por lo que se optó por llamarlo de otra forma, Charles Dobbs, aunque posteriormente se retomara el personaje con el nombre de Smiley en versiones de otras novelas ulteriores, como en la serie televisiva Calderero, sastre, soldado, espía, con un espléndido Alec Guinness, y en la posterior versión cinematográfica, El topo (2011), con Gary Oldman en el mismo personaje.

James Mason encarna correctamente al protagonista, aunque ciertamente le hemos visto mejores actuaciones; curiosamente, su personaje es un adelantado a su tiempo: en un momento dado, ante una alusión de un superior, espeta “Yo no poseo a mi mujer, yo la quiero...”, obviando el tema de la propiedad de la esposa, tan común en la época. Por su parte, Simone Signoret, la viuda del espía “suicidado”, aporta un perfil existencialista, melancólico, a su personaje, un poco en consonancia con sus roles en el cine francés de los años cuarenta y cincuenta. La bergmaniana Harriet Andersson saca adelante con pasión su papel, el de la mujer ninfómana sin embargo enamorada a todo trance de su marido.

(27-04-2020)


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115'

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Llamada para el muerto - by , Apr 27, 2020
3 / 5 stars
Espías, ninfomanía, amor, amistad