Pelicula:

Se habla de Novo Cinema Galego para dar nombre a un movimiento cinematográfico surgido en Galicia en el presente siglo XXI, con un puñado de cineastas que van conformando una generación de directores, guionistas, productores, cámaras, que están dando lugar a un tipo de cine muy peculiar, muy de la tierra, que gusta de retratar sus paisajes con un esteticismo generalmente nunca vacío, pero también acercarse al “modus vivendi” y, sobre todo, el alma de los paisanos. En ese cine cabría incluir, entre otros, títulos como Costa da Morte (2013), de Lois Patiño, Arraianos (2012) y Longa noite (2019), de Eloy Enciso Cachafeiro, y también este Lo que arde (2019), de Oliver Laxe. Curiosamente, este cineasta gallego nació en París; se ve que los gallegos, como los vascos, nacen donde le salen de los cataplines, por parafrasear, de forma un tanto cursi, el famoso dicho...

El film comienza con unos planos en los solo se ven caer árboles; poco después vemos que son varias máquinas gigantescas, tipo bulldozer, las que los están derribando, hasta llegar a uno gigante, enorme, seguramente viejísimo, ante el que se quedan paradas, mudas... A partir de ahí ya veremos a Amador, que es un pirómano que ha salido de la cárcel con la libertad condicional y vuelve a su casa, con su madre, Benedicta, ya anciana, donde se encargará del cuidado de la pequeña propiedad ganadera, con algunas vacas. Conoce a una veterinaria, Elena, que parece tener algún tipo de interés por él; al ser ella de fuera, no conoce el turbio pasado de Amador...

Está rodada Lo que arde presentando muy hermosamente los bellísimos paisajes de la Galicia rural, entre nieblas, casi nunca con sol. Pero no es ese un esteticismo vacío, como decíamos antes: más bien intenta retratar el alma gallega, ese alma hierática, estoica, en un cine contemplativo, de pocas palabras. El director realiza un tratamiento  con planos medios, ausculta los rostros de sus personajes, con planos de cierta duración que nos permiten penetrar en su ensimismamiento. Hay un cierto costumbrismo, muy etnográfico: la madre y el hijo tostando pan en el hogar de leña o carbón, Amador desatascado las acequias con mano experta y pastoreando las vacas, la vieja ordeñando el ganado... Pero es un costumbrismo que huye del tono de reportero o de notario, para buscar algo más, una cierta aproximación al ser gallego a través de sus costumbres, de sus hábitos, quizá de sus ritos cotidianos. Así, en la escena en la que un árbol gigantesco da cobijo a la viejuca ante la lluvia, la Naturaleza y el ser humano se encontrarán en consonancia, estarán en plena armonía, ahora igual que hace miles de años. Hay algo telúrico, pero con naturalidad, sin solemnidades ni prosopopeyas.

Hay también algún tema de plena actualidad, como el vertiginoso crecimiento del turismo y la correspondiente turistofobia que se está desatando en las sociedades que sufren (aunque también se benefician...) de ese fenómeno, y que podría estar (o no, ya que estamos con gallegos) en la resolución del film. 

La parte final, con el estallido del incendio en los bosques, resulta más estándar, aunque ciertamente también mucho más espectacular: así, serán hermosos aunque devastadores los planos del fuego cuando este se hace incontenible, con las pavesas volando, las brasas encendidas, el ser humano acorralado por la fuerza irreprimible de la Natura.

Un final en el que queda la duda, tan gallega, sobre si el pirómano (como la cabra que tira al monte) ha vuelto, o no, a las andadas, permite a Laxe no ejercer de juez, sino mantener la duda: no busca culpables, solo presenta hechos y sospechosos, pero no señala a nadie con su dedo; en todo caso, a quienes creen a pies juntillas que, como dice el proverbio, “el que nace lechón, muere cochino”...

Los actores, todos ellos no profesionales y manteniendo en sus personajes sus propios nombres, se comportan excelentemente cuando se autointerpretan, que es en la mayoría de los planos. Sin embargo, en la penúltima escena, con el estallido de furia tras el incendio, se nota la carencia de técnica actoral: todo no puede ser, está claro... Buena utilización de la música, con un criterio de lo más ecléctico, desde Vivaldi, con la bellísima voz del contratenor alemán Andreas Scholl, a la siempre hipnótica voz y versos musicados de Leonard Cohen.

Hermosa película esta Lo que arde: no es seguramente la obra maestra que algunos han querido ver, pero indudablemente no carece, ni mucho menos, de interés. Los cineastas gallegos han emprendido un camino muy estimulante: ojalá lleguen pronto las grandes películas, porque pasos se están dando en la buena dirección...

(25-01-2020)


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85'

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Lo que arde - by , Jan 25, 2020
2 / 5 stars
¿La cabra tira al monte?