Pelicula:

Marta Díaz de Lope Díaz (Ronda, Málaga, 1988), de quien tenemos escrito, con humor pero también con respeto, que su nombre tiende al palíndromo, es una cineasta que se graduó en Dirección en la prestigiosa ESCAC catalana, que le coprodujo (junto a las andaluzas La Zanfoña y Sacromonte) su primer largometraje, Mi querida cofradía (2018), que unió elementos que en principio parecían más bien incompatibles como comedia, hermandades de Semana Santa, cierto feminismo y hasta thriller de baja intensidad. La película llamó la atención y gustó bastante, siendo original en tema y tratamiento, así que aquí está ya con su segundo largo (aunque le ha costado cinco años ponerlo en pie: ¡qué trabajito cuesta cualquier proyecto audiovisual!), esta comedia dramática, esta dramedia, como se le llama ahora, que se ambienta en el proceloso mundo de la familia...

Barcelona, en nuestros días. En la primera escena conocemos a Manuela, ya sexagenaria, y su hija, en el funeral del marido y padre respectivamente; inopinadamente, se presenta allí Rosario, hermana y tía de las dos dolientes, con su hijo. Los gestos de enfado por ambas partes son evidentes: ambas hermanas, y sus respectivas familias, llevan enemistadas por cierto asunto antiguo desde varias décadas atrás, y desde entonces no han vuelto a cruzar palabra. Más tarde nos enteramos de que (esas carambolas de los guionistas...) Trini y Milagros, las mujeres de la limpieza que hacen tal tarea en las casas de la hija de Manuela y del hijo de Rosario, son vecinas e incluso amigas; el azar (con un empujoncito de las escribientes de la historia...) hace que los pequeños nietos de las hermanas casi secularmente enemistadas se hagan amigos, y, tras saberlo las limpiadoras, se ponen a la tarea de intentar enmendar ese desencuentro de muchos años...

Hay que decir de entrada que el guion de la propia Marta y su coguionista, la canaria Zebina Guerra, tarda en entrar en materia, y se pasa la primera media hora dando vueltas sobre lo mismo, la enemistad, casi el odio africano de ambas ramas de la familia; es cierto que quizá ello se deba a que la historia no daba para demasiado tiempo, y había que alcanzar la hora y media estándar de metraje, aunque ahora las pelis estándar rara vez bajan de las dos horas... Pero una vez que ya entramos en el tema, que no es otro que las divertidas peripecias que se les ocurren a las mucamas para intentar que las hermanas y sus familias vuelvan a “reajuntarse”, como decimos en mi tierra, mayormente para que los primitos pequeños puedan continuar con su relación de amistad, la película fluye con más ligereza, como se le pide a cualquier comedia que se precie. Es cierto que algunas de esas sandungueras añagazas de las dos “kellys” (ya saben, según el argot hotelero, coloquial y anglosajonizado apócope de “las que limpian”) chirrían por su cutrerío, como la escena en el hospital con una de las hermanas y una de las limpiadoras escondidas tras un mostrador, pero el conjunto resulta agradable.

Tampoco es que el tema del enojo enquistado familiar sea el colmo de la originalidad, aquí con el siempre socorrido asunto de los cuernos entre próximos, con su habitual consecuencia, los hijos que supuestamente son de uno y terminan siendo de otro, carnaza habitual de culebrones y otros folletines similares. Pero, como decimos, se aprecia el toque “feel good”, como se dice ahora, la intención evidente de hacer sentir bien al espectador, con una historia que pone en pantalla una de esas enemistades peligrosas que difícilmente hallaremos alguna familia en la que no exista alguna...

Marta Díaz pone en escena con corrección la historia, aunque peca de cierto acartonamiento y también de un poco de academicismo; echa uno en falta un poco de arranque más particular, algo que no nos haga pensar que estamos ante otra elemental “sitcom” al uso, de realización plana y “vámonos que nos vamos”... porque además, en su anterior Mi querida cofradía, Díaz estaba más entonada en este aspecto, tenía toques de cierta originalidad e innovación, que le conferían una personalidad propia.

No obstante, nos quedamos con la agradable hora y media que ofrece Los buenos modales, en gran medida gracias a las cuatro actrices (cinco, si incluimos a Inma Cuesta, que normalmente es excelente protagonista pero aquí se limita a un papelito secundario): Gloria Muñoz, que ya fue el personaje central de Mi querida cofradía; Elena Irureta, a quien le ha sentado estupendamente la madurez, desenvolviéndose igualmente bien en comedia y drama; y Pepa Aniorte y Carmen Sandoval Flores, muy frescas y naturales, que también estuvieron en el anterior film de Marta Díaz, quien parece gustar (y no se lo censuramos...) de rodearse siempre de los mismos intérpretes... Nos quedamos también con algunas agradecidas maldades de las guionistas y directora, como ese personaje de nuera que no puede ser más mala: la Bruja de Blancanieves y la Madrastra de Cenicienta en una sola persona, con esos táperes, gloria bendita, tirados a la basura... Eso sí, esta es una peli femenina, quizá no feminista; los hombres aquí son todos un cero a la izquierda: bien un calzonazos, bien un borracho, bien un cameo casi sin frase, eso es todo; por supuesto, nada que objetar, después de tantas películas, a lo largo de los años, de los siglos, en las que las mujeres han tenido papeles irrelevantes...

La música de Joan Martorell nos parece errónea, como si no se correspondiera con la película; enteramente parece hecha para otra, que finalmente no cuajó, y se le adjudicó a esta, para aprovecharla, aunque no tuviera nada que ver. Por supuesto, estamos seguros de que no fue así,  pero lo parece...

(03-05-2023)


Género

Nacionalidad

Duración

91'

Año de producción

Trailer

Los buenos modales - by , May 19, 2023
2 / 5 stars
Las enemistades peligrosas