El éxito comercial (teniendo en cuenta siempre que fue una producción muy modesta) de Los chicos del maíz movió a dos productoras independientes a realizar esta segunda entrega de la misma historia, aunque ya no contaba con material propiamente de Stephen King. Se optó entonces por imaginar qué ocurrió cuando la pareja protagonista de la primera película (y del relato corto de King que la propició) marchó de Gatlin. Así, se supone que dieron cuenta a las autoridades de lo que había ocurrido, y la policía del cercano pueblo, así como los vecinos y los periodistas de televisión y otros medios se acercaron a comprobar qué había de cierto en la historia. Ahí es donde David F. Price y sus guionistas Katz y Adler retoman la historia, aunque ésta no se caracteriza precisamente por su brillantez ni su imaginación: se presenta a un nuevo Chico Malo, en este caso Micah, como en la anterior eran Isaac y su brazo armado Malachai; la anterior pareja protagonista se desdobla en dos, la de adultos y la de adolescentes, además con conflicto generacional entre padre e hijo; aparecen de nuevo los grupitos de niños estáticos de mirada torva; una explicación cogida por los pelos, puesta en boca del tópico indio viejo y sabio, científico pero a la vez sabedor de otras verdades... en fin, nada nuevo sobre lo ya sabido, en una película que no aporta elementos realmente estimulantes a la trama inicial.
Sólo algunos momentos tienen cierto atractivo. Habría que destacar, por ejemplo, el humor macabro de la muerte de la inválida, dada por Price en paralelo (de forma bastante chapucera, hay que decirlo) con el bingo que canta uno de los viejos del local en cuya cristalera se empotra la mujer tras ser embestida por el camión; o la peculiar muerte del médico, con múltiples heridas producidas por las blancas manos de los niños, empuñando para la ocasión jeringuillas, bisturíes, escalpelos y cualquier otro objeto cortante típico de una consulta médica. Otra cuestión es que, como ha ocurrido en otras ocasiones, los guionistas, cuando parten de unos caracteres kingianos, aunque tengan que inventar una historia, suelen incluir elementos propios de King: aquí es muy llamativa la presencia de un cura intolerante, que echa pestes sobre cualquier tipo de pecado que tenga que ver con la entrepierna, un típico ministro represivo muy del gusto de King, que suele presentarlos siempre de forma muy negativa, como precisamente ocurre aquí. El chaval protagonista, Danny, tiene problemas con su padre, como sucede con cierta frecuencia también en la obra kingiana. Tampoco es mala cosa que los guionistas, aunque no precisamente imaginativos, al menos no hayan caído en la tentación de la carnicería de los adolescentes retozones, fantasma que parece va a surgir cuando Danny y Lacey juguetean preludiando el amor en el maizal y se encuentran los cadáveres. Menos mal, porque la costumbre impuesta por las series Viernes 13 y Pesadilla en Elm Street hace que, invariablemente, las parejas jóvenes que gozan del sexo sean seguidamente empaladas, cortadas, amputadas, seccionadas, descabezadas, trituradas y un amplio abanico más de posibilidades, según sea de calenturienta la mente del guionista. Pero esos pequeños aciertos no llegan a enmendar mínimamente lo que es una película perfectamente inane, de realización chapucera y escasamente profesional, hecha con una falta de medios más que llamativa, y lo que es peor, sin suplir esa ausencia de presupuesto con una cosa llamada imaginación que, a lo que se ve, los autores de esta continuación no saben lo que es.
Los chicos del maíz 2 -
by Enrique Colmena,
Mar 22, 2009
1 /
5 stars
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