Si Ken Loach no existiera, habría que inventarlo. Véase, si no, su filmografía más reciente: ha tocado prácticamente todos los temas relacionados con el cine comprometido, desde la denuncia del abuso del poder en Agenda oculta hasta la problemática obrera en Riff Raff, la burocracia inhumana del Estado en Ladybird, ladybird, el paro como inhóspito horizonte vital en Lloviendo piedras, la guerra como lucha política en Tierra y libertad, e incluso el genocidio en Centroamérica en La canción de Carla.
Con Mi nombre es Joe da otra vuelta de tuerca: el cineasta británico combina con admirable destreza algunos temas anteriores, desde el paro a la droga, pasando por un romance proletario y terminando por un trágico melodrama obrero. Todo ello con la fuerza de lo que se sabe real, aunque sea ficticio: saben a verdad, a auténticos, esos personajes olvidados de la fortuna que sólo viven con la ilusión de ganar algún partido de fútbol en su equipo de tuercebotas, vestidos con camisetas de astros del balompié a los que, lastimosamente, quieren imitar. Saben a verdad las calles de un Glasgow industrial como cotidiano telón de fondo de la marginación al drama humano de un hombre escindido entre su amor y su deber, volcado a favor de su amigo pero, a la vez, a sabiendas de que está cometiendo un error fatal.
Mi nombre es Joe es una película para los que creen que el cine es algo más que hora y media de distracción y palomitas, para los que piensan, contra toda esperanza, que tiene algo que ver con eso que llevamos dentro del cráneo y que con tanta frecuencia confundimos con el serrín.
Mi nombre es Joe -
by Enrique Colmena,
Jan 01, 2000
4 /
5 stars
Amor y marginación
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