El gran Fritz Lang, uno de los nombres fundamentales del cine, desarrolló la primera parte de su carrera en su tierra, Alemania (aunque él había nacido en Viena). Esa primera etapa, dentro del cine mudo, es la de algunos de los títulos fundamentales del cine de la década de los años veinte, como El doctor Mabuse (1922), Los Nibelungos (1924), en sus dos partes, y, sobre todo, su obra maestra, la futurista y visionaria Metrópolis (1927). En los años treinta todavía pudo hacer en su país algunos films notabilísimos, como M, el vampiro de Dusseldorf (1931) o El testamento del Dr. Mabuse (1933), para después, huyendo del ascendente nazismo, emigrar primero a Francia e inmediatamente a Estados Unidos, donde se establecerá y hará la casi totalidad del resto de su carrera.
En los USA Lang brilló con luz propia sobre todo en los policíacos, contribuyendo poderosamente a la creación del “cinema noir”, del cine negro clásico, género al que Lang aplicó su extraordinaria imaginación expresionista para dotar a sus películas de una densa atmósfera, de una textura casi física difícilmente igualable.
Asistiremos en Mientras Nueva York duerme a la dura pugna periodística por localizar a un criminal sexual, conocido como “el asesino del pintalabios”, por dejar tras cada mujer masacrada un mensaje escrito con ese accesorio femenino; estamos entonces ante una cristalina metáfora sobre la ambición de poder y cómo este es capaz de transformar al ser humano.
Un formidable reparto (el siempre estupendo Dana Andrews, pero también las vampiresas Ida Lupino y Rhonda Fleming, y no digamos los notabilísimos Vincent Price y George Sanders como secundarios de lujo) completa una obra que, si no llega a ser maestra, poco le falta, filmada en un brillante blanco y negro que remite a las mejores películas del género.
(14-07-2019)
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