Es una adaptación de la novela breve Regreso a casa, de Gábor T. Szántó, que aborda el miedo de los lugareños a que les quiten sus propiedades y a la posible llegada masiva de más supervivientes de la contienda bélica, ya que a muchos judíos les habían usurpado sus casas ilegalmente, y ahora tienen miedo a que vuelvan los supervivientes del Holocausto a reclamarlas.
El relato cuenta las heridas abiertas de la Hungría de la posguerra durante un breve tiempo en el que se atisbó un paso hacia la democracia poco antes de la dictadura de los años 50. La película muestra cómo el horror de la guerra persigue a todos los aspectos de la vida y las ganas de empezar de cero provocan que se fomente la política del olvido y salga a la luz el peor lado de las personas.
La acción se inicia el 12 de agosto de 1945 cuando en la radio se oye la noticia de que los americanos han tirado la bomba atómica en Hiroshima. A las 11 de la mañana dos desconocidos vestidos de negro se bajan del tren en el pequeño pueblo húngaro, con dos grandes baúles. Entre tanto la gente del lugar se está preparando para la boda del hijo del secretario municipal, mientras el antiguo novio de ella regresa de su cautiverio y en doce horas todo cambia.
Con la llegada de estos dos hombres buena parte del pueblo se pone en pie, ya que temen que vengan a reclamar lo que era suyo y comienzan a resurgir secretos enterrados, antiguos arreglos de cuentas del pasado, traiciones, pecados cometidos y antiguas culpas que temen que tengan que pagar ahora del tiempo pasado.
Recuerda a los westerns cuando un desconocido se bajaba del ferrocarril en busca de venganza, pero en este caso el ambiente es muy distinto, el paisaje es diferente y lo que se respira es aroma de una guerra pasada que no ha terminado, que no es otra que la denuncia a los alemanes de algunos judíos por la gente del pueblo, que sufrieron después el Holocausto, pero ahora si sobrevivieron y regresan temen las represalias. Algunos firmaron falsas denuncias para quedarse con sus casas y posesiones y ahora tienen miedo por ello.
El hijo del secretario municipal se va a casar con la chica que le ha designado su padre. Ella no le quiere, prefiere al antiguo novio que ha regresado. Todos los preparativos se llevan a cabo, pero mientras tanto la inquietud circula por el pueblo entre los que se sienten culpables, entre ellos el secretario, que ha manipulado al resto de los habitantes, contando con algunos de los que le ayudaron a arrebatarles las tierras.
El cine húngaro está en un buen momento como lo demuestra el Oscar obtenido por El hijo de Saul (2015), premio que le ha dado un nuevo y mayor impulso. El film tiene un excelente guion que mantiene el interés a lo largo de toda la trama, sin que decaiga en ningún momento, y a cada paso se van descubriendo nuevos hechos que ya se habían olvidado, lo que se dosifica muy bien, al tiempo que se exponen cuestiones como el odio, la culpa, el miedo, el honor, el perdón, la mala conciencia.
Posee una magnífica fotografía en blanco y negro, de la que la realización ha hecho un más que notable uso en la planificación con encuadres muy estudiados, que le dan una gran calidad.
La dirección maneja bien a los actores, que están perfectos en sus respectivos personajes. Se demuestra, una vez más, de que es suficiente con hora y media para contar una historia interesante y disfrutar de una puesta en escena como la que nos ofrece en este caso el director húngaro Ferenc Török en su sexto largometraje y primero que le vemos.
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