Esta película está disponible en el catálogo de Netflix, Plataforma de Vídeo Bajo Demanda (VoD).
Nicky, la aprendiz de bruja fue la tercera película que el cineasta japonés Hayao Miyazaki dirigió para su productora, Studio Ghibli, que había constituido unos años antes, en 1985, con sus socios Isao Takahata y Toshio Suzuki. Siguió los pasos, por tanto, de El castillo en el cielo (1986) y Mi vecino Totoro (1988), sus dos films anteriores. Nicky... tomó ese nombre en España, mientras que su nombre internacional, como en el original japonés, era “Kiki”, palabra que en nuestro país tiene ciertas connotaciones sexuales que los distribuidores, un tanto gazmoños, prefirieron evitar, dado su público objetivo infantil. La película se basa en la novela Majo no takkyūbin (que se podría traducir como “El servicio de correos de la bruja”), original de la escritora japonesa Eiko Kadono, cuyo primer volumen fue publicado en 1985.
La acción se desarrolla en un tiempo indeterminado, aunque por coches, vestimentas y otros elementos cotidianos podríamos estar entre los años cincuenta y sesenta del pasado siglo. No se hace ninguna indicación geográfica, pero los rótulos de las tiendas tienen un aire germánico, y la arquitectura urbana recuerda en cierta forma la de París. En ese contexto, conocemos a Nicky, una aprendiz de bruja que, al cumplir los 13 años, y conforme manda la secular tradición, se marcha de su casa para establecerse en otra ciudad y curtirse en el ejercicio de su profesión brujeril. Acogida en una panadería por una amable mujer embarazada y su marido, la pequeña Nicky decide abrir un pequeño negocio de mensajería, para lo que utiliza su escoba voladora, que la hace ser muy rápida en su trabajo. Conoce a un chico de su edad, Tombo, con el que traba buena amistad...
Aunque Nicky, la aprendiz de bruja, tiene un tema evidentemente fantástico, Miyazaki optó por un dibujo muy antropomórfico, bastante realista, reservando trazos algo más fantásticos para algunos personajes, como Jiji, el gato amigo de la protagonista, frecuente contrapunto cómico de la trama. Es curioso que la comunidad de brujas en la que nace, vive y se desarrolla Nicky está plenamente aceptada por la sociedad no mágica de la época, en una especie de cohabitación amable que, ciertamente, no se corresponde con la habitual mala fama que los magos y brujas han tenido y tienen en nuestro mundo. Llama la atención la tradición citada al comienzo del film, que dará pie a todas las peripecias del mismo, la de que las brujas adolescentes, al cumplir los 13 años, marchan de casa para vivir en otra ciudad y allí ejercer sus poderes para evolucionar y madurar como personas, en una evidente metáfora sobre la emancipación de los jóvenes cuando les llega su momento, con la correspondiente asunción de las responsabilidades del adulto. En este sentido, Nicky sería, de alguna forma, el envés de Peter Pan, deseoso este de quedarse a todo trance en el mundo de la infancia: Nicky encarna la opción infantil opuesta, la que desea hacerse mayor cuanto antes, imaginando que el mundo adulto está lleno de maravillas que solo puede intuir cuando se es pequeño.
Temáticamente, Nicky, la aprendiz de bruja supone una aportación al anime infantil de corte amable, en el que incluso las pequeñas dificultades que tendrá que afrontar su protagonista preadolescente no serán sino pruebas en su proceso de maduración, pruebas que irá superando con sentido común, esfuerzo, buena voluntad y talante positivo. Nicky... irradia felicidad, alegría no impostada sino inmanente, consustancial. Aunque hay algunos personajes desagradables, en general todos los personajes que pueblan el film son positivos, intentando trasmitir ese buen rollo a los más pequeños, que es el público al que se dirige claramente, lo que no impide que los mayores la sigan con gusto, incluso con verdadero placer. La música, el dibujo, el coloreado vivo y vistoso, todo confabula hacia una cinta optimista, en una mirada amable hacia la infancia.
Conexo al tema de la maduración estaría el de la búsqueda de la propia personalidad, del propio camino por el que discurrir en la vida, faceta que la protagonista cultivará junto a la pintora con la que vive durante algún tiempo, y que la permitirá descubrir, casi sin proponérselo, algunas de las cualidades que la jovencita protagonista desconocía poseer.
Como curiosidades reseñables, Miyazaki no se resiste a hacer un pequeño homenaje a Los pájaros (1963), de Hitchcock, y también utilizará como referencia el famoso accidente del zeppelín Hindenburg (que, en su momento, además de ser una catástrofe humana por el alto número de víctimas mortales que provocó, hundió definitivamente esa tecnología para transporte masivo de personas) como “leit motiv” del último tramo del film, cuando Nicky tenga que asumir plenamente sus funciones de bruja, aunque sus poderes como tal parecían haberse volatilizado; y es que la perentoriedad de salvar al amigo querido actuará como poderoso catalizador, como en la vida real ocurre cuando la adrenalina nos permite hacer cosas que en condiciones normales reputaríamos imposibles.
Takashi Shimizu, cineasta japonés perito en cine de terror (La maldición y El grito fueron dirigidos por él, entre otros films del mismo tipo), rodó en 2014 otra nueva versión de la novela de Eiko Kadono, pero con actores de carne y hueso, película que en España, de nuevo para evitar problemas relacionados con la palabra “kiki”, llevó otra vez el título de Nicky, la aprendiz de bruja.
(03-05-2020)
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