La comedia cinematográfica española actual sigue siendo deudora (y me temo que casi morosa…) de la comedia televisiva hispana. Se busca acercarse, pero en pantalla grande y con muchos más medios, a fenómenos catódicos como Aida (incorporando incluso a actores de la serie, como Mariano Peña, Paco León y Ana Polvorosa) o Aquí no hay quien viva y su hija putativa La que se avecina (Eduardo Gómez), pero el resultado, casi de forma inevitable, se aproxima mucho más a series fallidas como Gominolas o Vida loca.
Y es que en comedia es fundamental el guión, y no digamos los diálogos; en otros géneros quizá tienen una mayor incidencia otros factores, como la imagen o la atmósfera, pero en la comedia es esencial una armazón argumental plenamente coherente (por muy disparatada que sea la trama) y unos diálogos chispeantes, con réplicas y contrarréplicas agudas y aceradas. Pero si en lugar de eso lo que tenemos es un guión endeble y unos diálogos que basan su (supuesta) gracia en lamentables frases de doble sentido, en su vertiente más chocarrera, entonces apaga y vámonos.
Y es que Oriol Capel, el neófito director de esta prescindible ¿comedia?, ha dado al cine guiones no precisamente brillantes, como los de Fuera de carta y Que se mueran los feos, por lo que no es de extrañar que, unida su sosería como libretista a su bisoñez como director, el resultado deje mucho que desear.
Mención aparte para la materia argumental, que se quiere un cierto homenaje, no precisamente críptico, a Jesús Franco, el cineasta porno supuestamente más importante de España, merecedor incluso de un Goya honorífico hace unos años. El protagonista del filme, el personaje Pepe Fons, está claramente inspirado en él, como confirma no sólo la caracterización del personaje (con la perilla de Franco), la enfermedad que le aqueja, e incluso su mujer y musa porno, Lina Romay, aquí llamada artísticamente Rita Evans (por cierto, apellido que llevó otra diva del blandiporno hispano de los setenta y ochenta, la chilena Raquel Evans). Pues muy bien: ya tiene su tributo Jess Franco (como firmaba, entre otros muchos seudónimos, su infinita filmografía); ciertamente me parece desmesurado tanto homenaje, pero ya se sabe que cuando a este país le da por alguien, para bien o para mal, el susodicho se puede dar por elevado a los altares o a los infiernos, según toque.
Por este camino no remontará el vuelo la comedia cinematográfica española. No basta con atiborrar la pantalla de rostros reconocidos y reconocibles de las sitcom televisivas de moda, ni enhebrar malamente una serie de chistes de grueso calibre (no sé si el término es el más adecuado, teniendo en cuenta el tema del filme, un supuesto rodaje porno…), ni meter con calzador sorpresivas situaciones melodramáticas que justifiquen finales indefendibles. Hace falta otro camino que no puede ser el que constantemente, desde hace ya demasiado tiempo, hoza el género cómico cinematográfico en España. Por esta senda lo que habrán serán costalazos en taquilla como el que se ha pegado este filme; porque, aunque haya quien piense que no, incluso para hacer cine comercial hay que tener un mínimo de talento…
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